Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Arte y cultura en Oaxaca: ¿en transición o al despeñadero?  Parte III

Señalamientos finales

Como se ha expuesto, es difícil creer en las cifras sobre desarrollo cultural que el gobierno de Alejandro Murat Hinojosa pueda aducir. Los sucesivos escándalos por malos manejos o simple abandono del patrimonio cultural en manos de particulares (como el MACO y su anexo, el invisibilizado Museo del Niño-CHAMACO) demuestran que no ha habido políticas culturales responsables, sino más bien fomento a la rapiña desde el servicio público.

Ante la posible llegada de un nuevo gobernador desligado de la cultura (quien probablemente mantenga por inercia la entrega del patrimonio cultural y monumental de Oaxaca a pretendidas iniciativas filantrópicas), sólo queda hacer algunos señalamientos y propuestas que ojalá alguien atienda en la administración pública.

El gobierno de Oaxaca ha permanecido ajeno al desarrollo cultural de sus habitantes desde 2004. La última gran figura que desde el servicio público se encargó del área cultural fue la investigadora y escritora Margarita Dalton Palomo, con una extraordinaria labor al frente del Instituto Oaxaqueño de Cultura entre 1992 y 1998.

A partir de 1998 los gobiernos estatales de diversos signos políticos adoptaron una política de repliegue en el apoyo a actividades e instituciones culturales, dejando “a la iniciativa ciudadana” la conservación de tradiciones culturales e inclusive absteniéndose de financiar y operar adecuadamente espacios como el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el Museo de los Pintores Oaxaqueños, la Casa de la Ciudad y el Museo del Ferrocarril, que ahora son administrados, conducidos y operados por organismos civiles que en su mayoría no rinden cuentas al público. Además, las políticas neoliberales en todo México han insistido en hacer del acceso a la cultura un negocio en vez de un derecho humano fundamental.

La situación generada por la pandemia de Covid ha afectado severamente las acciones que permiten el sostenimiento de tradiciones y manifestaciones culturales en Oaxaca, pese a que uno de los factores económicos fundamentales para la vida y la sana convivencia comunitarias en el estado son precisamente las actividades y manifestaciones culturales de sus habitantes.

La ausencia de grandes promotores culturales como el maestro Francisco Toledo también ha afectado el sentido social que este gran artista y otros ya fallecidos, como Rodolfo Morales y Alejandro Santiago, dieron a sus iniciativas de gestión, promoción y formación artística, pero que aún constituyen importantes aportaciones para aspirar a reactivar la economía y la vida cultural en todo el estado.

Es un hecho también que el fortalecimiento de nuevos representantes de las artes plásticas y visuales, así como de artistas de otras disciplinas, permite a la ciudad de Oaxaca de Juárez colocarse entre las capitales culturales no sólo de la república, sino del continente. Sin embargo, la mayoría de las artes permanecen desaprovechadas en Oaxaca, principalmente las escénicas, como la interpretación musical y la actuación. Baste recordar los casos de la cantante Lila Downs, la actriz Yalitza Aparicio, el trombonista Faustino Díaz y los cineastas Ignacio Ortiz, Yolanda Cruz y Ángeles Cruz, cuyos talentos son más valorados en el extranjero que en su estado natal.

Un factor omitido por las políticas de desarrollo cultural es el importantísimo mercado estatal de arte visual, que no sólo ha ido capaz de fomentar y proyectar la producción de artistas y artesanos de Oaxaca, sino que ha aglutinado producciones de artistas extranjeros que acuden a establecerse en el estado atraídos por el mercado que se genera desde Oaxaca y alcanza a diversas capitales del mundo. Los gobiernos insisten en privilegiar la promoción de unos pocos artistas afines al régimen priísta, pese a la enorme cantidad de creadoras y creadores que residen en el estado. Esto genera una competencia desleal y, sobre todo, una lamentable tendencia a tratar de someter a las y los artistas a las disposiciones oficiales.

El gobierno de Oaxaca tiene la oportunidad histórica de restaurar el compromiso social que debe mantener con los sectores de la cultura, que son a la vez sectores productivos muy importantes para toda la comunidad estatal. La derrama económica que se obtiene en el estado beneficia al sector hotelero y restaurantero, pero no sería posible sin el caudal que significan las tradiciones populares como las que permiten presentar el espectáculo de la Guelaguetza, y las de Días de Muertos y Fiestas Decembrinas, por sólo citar tres de sus manifestaciones más conocidas.

El caso de la Guelaguetza resulta doloroso: año con año, el espectáculo presentado durante julio en el auditorio del Cerro del Fortín, en la capital oaxaqueña, genera millonarias ganancias nunca transparentadas por el gobierno estatal, pero los principales protagonistas de ese espectáculo —los danzantes tradicionales de las ocho regiones de Oaxaca— no reciben una retribución digna por su desempeño ni logran atraer mayores estímulos para el mantenimiento de sus tradiciones que el gracioso saludo anual de las autoridades.

Para fomentar la cultura desde el ámbito del gobierno estatal es necesario que la autoridad establezca verdaderas alianzas estratégicas con artistas y artesanos de Oaxaca, y no sólo se aproveche publicitariamente del éxito económico de algunos artistas y artesanos, como ha sido la pauta hasta el momento. Una alianza responsable del gobierno estatal con artistas y artesanos beneficiará a Oaxaca no sólo en el plano económico, sino en la construcción integral de la ciudadanía, sobre todo en aspectos totalmente descuidados, como los de seguridad y salud públicas, así como la protección al medio ambiente.

Es necesario que el gobierno estatal articule sus políticas públicas con actividades de artistas, artesanas y artesanos, promotoras y promotores culturales, así como de profesionistas, académicas y académicos de toda índole que están trabajando para el fomento cultural desde la sociedad civil. No sólo como una medida para cumplir las responsabilidades del gobierno en materia de cultura, sino en el plano amplio del desarrollo social y para garantizar a toda la población del estado el acceso a sus derechos económicos, sociales, culturales y ambientales.

Es imprescindible una democratización de las políticas públicas: integrar a más artistas y promotores de arte y cultura independientes (no sólo a millonarios “filántropos”) en la creación de instituciones e iniciativas que respalden los planes del gobierno estatal en la creación de políticas públicas para el acceso de la ciudadanía a la cultura, un derecho humano fundamental que las anteriores administraciones estatales han omitido garantizar.

Hasta ahora la transición en materia de cultura en Oaxaca se parece más al continuo desplazamiento hacia un despeñadero. Urge frenar ese movimiento continuo hacia el desastre, en la cultura como en tantos otros aspectos de la vida estatal y nacional.

1 Comentario

  • RossanaDiseno
    Posted 10 de diciembre de 2022 at 08:13

    Excelente maestro

No se permiten comentarios