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Foto: Daniel Ricárdez
Las lenguas no mueren, se duermen, según los hablantes del chumash, una familia de lenguas que fueron habladas en el Sur de la costa de California, en Estados Unidos, y en tres islas cercanas: San Miguel, Santa Rosa y Santa Cruz. Esta familia está actualmente extinta.
El último hablante de una lengua chumash fue Mary Yee, quien murió en 1965. Los nuevos habitantes de estas culturas norteamericanas han logrado escucharlas gracias a los registros que se encuentran en el estado de Washington donde hay un gran acervo fonográfico. Ahí, quien tiene interés se pone los audífonos y comienza a aprender su idioma, como una manera de despertarla.
Un caso muy cercano ocurre con el Ixcateco. Aunque no está extinta, uno de sus últimos hablantes fue don Pedro Salazar Gutiérrez, de Santa María Ixcatlán, uno de los 570 municipios que conforman al estado de Oaxaca, Él murió a principios de este año 2023. Fue un entusiasta y gran precursor de su lengua. Los pocos hablantes, una sobrina de don Pedro y otras dos personas han hecho esfuerzos para que se siga hablando, pero lo cierto es que está en grave riesgo de extinción. Es probable que esta lengua, como muchas otras, no llegue al siglo XXII, coinciden dos investigadores y lingüistas, Michael Swanton y Víctor Cata.
Víctor Cata es también el nuevo secretario de las Culturas y las Artes en este estado. Uno de los compromisos que ha asumido de manera personal, y ahora desde lo institucional, es la recuperación de la memoria de los pueblos y trabajar para resarcir toda la discriminación y el racismo que han sufrido las comunidades indígenas a través de políticas públicas inadecuadas.
Él mismo ha vivido esta discriminación.. “Ha sido toda una cuestión de desprecio y hostigamiento por la diversidad que está en la riqueza cultural de nuestro estado y nuestro país”, cuenta.
Ahora como funcionario explica que para “despertar” a las lenguas es necesaria la práctica, no solo es preservarla en la memoria. Por eso es lamentable cuando quedan dos o tres hablantes, como en el Ixcateco, porque ya no hay con quién practicar.
“Somos una cultura que ha resistido mucho esta campaña de hostigamiento” .
Víctor Cata
De acuerdo con el lingüista, eso ha llevado a que miremos a las lenguas indígenas como lenguas sin valor, que no tienen posibilidad en este siglo XXI y tan es así que el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas ( INALI) junto con la UNESCO han advertido que muchas lenguas no entrarán al siglo XXII. «Lo estamos viendo con el caso de Pedro Salazar, el caso del zapoteco de Zaachila, el ombeayiüts o huave de San Francisco del Mar que también están agonizando».
Frente a este escenario, Víctor Cata explica que desde la Cultura y las Artes se ha implementado una campaña que se llama “Yo soy mi casa y mi casa habla”, un nombre muy peculiar que está asociado al aprendizaje natural.
“Fue así como aprendimos el zapoteco, mixteco o alguna de las otras lenguas”, indica. Por eso el programa plantea que desde las casas oyendo a las mamás a los papás, desde que te despiertas o te duermes se hablará la lengua materna de esa comunidad o pueblo.
Aquí no cabe la posibilidad de que te digan ‘está mal lo que tu dices’, porque tus padres y a tus abuelos, son reconocidos como entes de conocimiento, como personas sabias que conocen y saben de su entorno, de su mundo, de su cosmogonía y como se nombran las cosas, agrega el funcionario.
El proyecto se fundamenta en “los nidos de lengua” que inició en Nueva Zelanda con los maoríes, cuando se dieron cuenta de que en su idioma había una ruptura generacional entre los abuelos, abuelas y los nietos y que los padres estaban quedando en medio, como punto de comunicación, porque sin los padres esta generación ya no podìa interactuar.
De acuerdo con el lingüista, es lo que está sucediendo en nuestro estado, donde las abuelas y los abuelos están quedando relegados, cuando tienen toda una vida que contar y que mostrar.
Tehuantepec, una lengua de ancianos
Aunque pareciera que el zapoteco es una lengua viva, porque se escucha en la calle o en los mercados y fiestas, la aritmética indica que también es una lengua en riesgo. Como ejemplo, Cata menciona que en el pueblo de Tehuantepec el zapoteco es una lengua de ancianos, con edades entre los 80 y 90 años. Y en Juchitán, si vas al mercado y escuchas que están hablando, quizá pienses: aquí está chingón, está estable. Pero no es verdad, hay un descenso en el número de hablantes en la población infantil.
En el tema de las lenguas, la aritmética indica que por cada anciano que muera tiene que haber dos o tres niñas o niños que les sustituyan, si no hay esta lógica, ese idioma está condenado a morir o desaparecer. O a dormir cómo dicen los chumash, pero para que despierten es necesario y urgente el trabajo de revitalización, explica Víctor Cata.
Cata añade que la migración y el forzamiento para que dejes tu lengua son algunos de los factores por los que se han perdido las lenguas en los pueblos y comunidades. “ Nos han forzado tanto a perder nuestras lenguas que muchas veces perdemos la autoestima y terminamos odiando nuestra lengua, eso es una campaña horrenda que ahora tiene sus consecuencias”, comenta.
Las familias de lenguas
En Oaxaca tenemos cinco familias lingüísticas, cuatro están en la región del Istmo y de esas cuatro, dos son lenguas aisladas, como el huave y el chontal, es decir no tienen parientes, si desaparecen ya no as escucharemos más.
“Pero en realidad, si me preguntan, cuáles son las lenguas con riesgos de desaparecer, yo diría que todas”.
El nicho de la lengua
El investigador y lingüista Michael Swanton coincide en esto último con Cata. Precisa que para que una lengua continúe se debe trasmitir en “su nicho” o contexto comunitario, cuando las niñas y niños no aprenden la lengua en este contexto están en peligro y eso es un fenómeno generalizado, aunque no es un fenómeno que únicamente ocurre en Oaxaca, sucede también a nivel nacional e internacional.
En Oaxaca, además del ixcateco o el chocholteco que tienen muy pocos hablantes, hay otra variante particular que es el zapoteco de Tlacolulita, de la que solo queda un hablante.
Pero hay muchos casos, dice Swanton.“Eso obliga a pensar o reflexionar por qué en este momento estamos viendo un desplazamiento lingüístico como nunca en la historia”.
Entre las situaciones que están desplazando a las lenguas está el hecho de que México es un país con muchas lenguas habladas, de hecho está entre los cinco países del mundo con mayor número de lenguas habladas en su territorio, pero el Estado mexicano es monolingüe. De facto dice que hay 365 lenguas nacionales, pero en realidad hay una sola lengua oficial.
El Estado mexicano está violando los derechos lingüísticos de millones de mexicanos todo el tiempo, en los servicios de salud, en el acceso a la justicia, en los servicios más básicos y en la política. En este último ámbito dice, es asombroso que uno de cada tres votantes es hablante de una lengua indigena pero las boletas no están en esas lenguas, agrega.
“Permiten el uso de las lenguas para cosas simbólicas, por ejemplo si alguien quiere hablar en la Guelaguetza, si alguien quiere decir algún poema en la escuela, una canción, etc, eso sí está permitido, pero cuando llega la factura de la luz está en español”.
Así es en la mayoría de los espacios, menos en los opcionales, donde las lenguas pueden dar un plus a la identidad local. Si el Estado tiene interés debe dejar estos eventos folklóricos y respetar los derechos de la población, continúa el investigador y lingüista.
Destaca entre los temas interesantes la Ley Nacional de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de marzo de 2013, una ley «interesante y poderosa» que tiene muchas implicaciones, pero lo que falta son las leyes secundarias, o sea, las políticas de cómo se implementa. “Toca a la sociedad encontrar la solución”, resuelve Swanton.