En la conmemoración del 217 aniversario del natalicio de Benito Juárez, el presidente Andrés Manuel López Obrador mencionó ante el embajador de EU en México, Kenneth Salazar y el enviado especial de la Casa Blanca, John Kerry la estrecha relación que sostuvieron ambos países en épocas de turbulencia política.
“Desde el inicio de su mandato presidencial, Lincoln, recibió en su casa, en su residencia al embajador mexicano, Matías Romero, con quien acabaría forjando una cercana amistad. El presidente Benito Juárez y el presidente Abraham Lincoln, gigantes de la historia, abrazaron causas simultáneas y semejantes por la integridad de sus respectivos países, por la defensa de la legalidad y la justicia, y por la dignidad de los seres humanos.”, dijo.
Se entiende así que una de las claves para el gobierno itinerante de Benito Juárez durante la Guerra de Reforma fue su relación con Estados Unidos, relación que fue cuidadosa y pacientemente cultivada por otro oaxaqueño, Matías Romero Avendaño.
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Según consta en los libros de historia, Romero salió de Veracruz con rumbo a Washington el 10 de diciembre de 1859. Melchor Ocampo, secretario de Relaciones Exteriores de Juárez le encomendó trabajar por la causa liberal como diplomático.
Para 1860, una semana después del triunfo de Abraham Lincoln, Romero se entrevistó personalmente con él para entregar un mensaje del presidente Benito Juárez. En su diario relató el acontecimiento:
Le dije el objeto de mi viaje y le leí la nota del ministerio de Relaciones en que se me previno lo hiciera yo; le manifesté en seguida que la causa única de las revoluciones en México han sido el clero y el ejército que por sostener los privilegios e influencia que gozaban durante el régimen colonial se han pronunciado contra todas las constituciones; pero que ahora que acaban de ser completamente vencidos había esperanzas fundadas de que México gozara de paz y prosperidad. Me dijo en respuesta que durante su administración procurará hacer todo lo que esté a su alcance en favor de los intereses de México, que se le hará entera justicia en todo lo que ocurra y que se le considerará cómo una nación amiga y hermana. Me agregó que no creía que nada pudiera hacerlo cambiar de este propósito. Me pidió copia en ingles que había yo leído de la nota del ministerio de Relaciones y me dijo que me reportaría por escrito.
Entonces le dije que México se había congratulado mucho con el triunfo del partido republicano porque esperaba que la política de ese partido sería más leal y amistosa y no como la del democrático que se ha reducido a quitarle a México su territorio para extender la esclavitud.
Sin embargo, el momento político era por demás complejo para la realización inmediata de un apoyo de parte de Estados Unidos a la causa liberal. Durante el transcurso de la Guerra de Secesión en Estados Unidos y de la Intervención francesa en México, hubo momentos en que Juárez y, particularmente, Romero dudaron de la ayuda prometida por Lincoln.
Para 1963, un decepcionado Romero regresó a México, se enlistó en el Ejército y fue enviado a Acámbaro, donde se reencontró con otro oaxaqueño, Porfirio Díaz. Pero en septiembre de ese mismo año, fue enviado nuevamente a Washington, esta vez acompañado de Ignacio Mariscal.
En 1864, la situación del Gobierno de Juárez se tornó desesperada. Maximiliano de Habsburgo llegó a México con el reconocimiento de todas las potencias europeas y de los conservadores. Pese a ello el gobierno de Abraham Lincoln siguió reconociendo a Romero como el representante de México en Washington y aseguró protección a la familia del presidente Juárez.
Romero aprovechó entonces para iniciar una campaña para convencer a la influyente élite americana que ir contra los francés era una causa común, es decir, que apoyar la defensa del vecino del sur era un acto de absoluto interés propio.
Pocos meses después la Guerra Civil llegó a su fin, Lincoln fue asesinado y en su lugar el presidente Andrew Johnson continuó respaldando diplomáticamente a Juárez, a través de Matías Romero.
En 1865 nombró un nuevo ministro para México y rechazó abiertamente la propuesta francesa de intercambiar el reconocimiento de Maximiliano por el retiro de tropas. Tres meses después, en enero de 1866, Napoleón III inició el retiro de sus tropas de México.
Sólo después de la salida del Ejército francés fueron levantados los obstáculos que impidieron a México comprar armas en Estados Unidos durante la Intervención francesa y contiuó la relación entre ambos países.