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Un brindis por Juan Manuel Alegría

Si mal no recuerdo, conocí al periodista Juan Manuel Alegría, el Yaguer, a través del también colega Abundio Núñez Sánchez. Éste se fue durante los inicios de la pandemia de covid, ayer falleció aquél.

Dos enormes pérdidas, personal y periodísticamente.

Originario de Tehuantepec, Oaxaca, Alegría, el Yaguer —vaya apellido y apodo—, se caracterizó por ser un periodista tan riguroso y documentado en sus investigaciones como quisquilloso. Nada más hay que leer sus trabajos sobre la “Sandunga” o el “Cielito lindo” o Juana Cata para darse cuenta de su gran nivel.

Colaborador de la revista ‘Etcétera’ y de la Fundación Gabo, también incursionó con tesón en la crítica del periodismo, siempre buscando el desarrollo, el crecimiento, la preparación ética y profesional de los informadores.

Sus textos ahí están para aprender de ellos.

Quizá fue en un Martes Santo en el atrio de la parroquia de Xochimilco, Oaxaca, cuando nos presentaron. Cultivamos una excelente amistad. 

Después, recuerdo que, a principios de 2017, asistió entusiasmado a un encuentro de periodismo narrativo en la librería Mompracen, que organizó Rodrigo Islas Brito. Ahí, a un lado, en los tacos Sierra, se empezó a fraguar la formación de un organismo oaxaqueño del gremio. 

Con el tiempo, junto con Rocío Flores, de Oaxaca Media, fundamos el Colegio de Periodistas de Oaxaca.

Formalizado éste, Alegría se apersonaba en la Biblioteca Pública Central Margarita Maza de Juárez y, después, en el café La Antigua a charlar en el taller que todos impartíamos. Eran buenos tiempos prepandémicos, momentos de pensar que el mundo y el periodismo tenían remedio a pesar de tanta desgracia y corrupción.

En ese cafecito de la esquina de Abasolo y Reforma, un día llegó ofuscado: lo habían intentado asaltar en el barrio Jalatlaco, pero se defendió, algunos vecinos lo ayudaron. No pasó a mayores. No estaba asustado, más bien molesto: sacó una anforita de JB y brindó por haberla librado.

Yo no tomaba aún —reinicié en noviembre de 2022 después de ocho años de andar de falso abstemio—. Fue hace unas semanas que lo busqué por msn, pensando en juntarnos en estos días para hablar de periodismo en medio de unos  tragos: “te queremos mucho”, le dije.

Uno no sabe cuándo se deja ir. Menos si hay trago de por medio. 

Hoy brindo por Alegría, por esa copa que en vida no pudimos echarnos, pero que sigue pendiente.

Descansa en paz, amigo. 

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