Con los okupas culturales, el actual gobierno de Oaxaca tiene una oportunidad de oro para demostrar que es progresista y —remotamente quizá— puede ser contracultural, roquero, punketo, anarquista y, sobre todo, listo.
Debería sacarle jugo a aquéllos —los propositivos y netos, desde luego, ya que también los hay que son puro oportunismo—, pues tienen grandes ventajas.
Entre ellas: no buscan el lucro económico disfrazado de “rescate cultural” como luego ocurre con las famosas “fundaciones altruistas” o las “asociaciones de amigos” que terminan comercializando todo lo que les conviene, ni tampoco andan tras las becas u otros apoyos oficiales como tanto artista nini.
En contraste, son autogestivos— se la rifan para ser autosustentables—, libres, creativos, productivos, incluyentes y generacionalmente jóvenes, esto es, ya no tienen los vicios, las telarañas, los cultos a tótems de los que todavía viven como zombis los creadores y gestores culturales de finales del siglo XX y principios del XXI.
No vuelven exquisita la cultura ni la folclorizan ni la gentrifican, al contrario, la dimensionan como un motor educativo y de transformación social.
Como se sabe, el fin de semana pasado, a través de la convocatoria «Antiexpo okupa la calle», grupos contraculturales locales realizaron en diferentes espacios públicos de la ciudad de Oaxaca actividades artísticas diversas para “colectivizar nuestras creaciones fuera de instituciones, galerías o museos”.
Su acción la realizan en momentos en que los malpensados que nunca faltan —faltamos— ponen clásicamente la mano en la barbilla, entrecierran los ojos y se preguntan si no en los conflictos del MACO y el TAPRT hay gato encerrado.
“No vaya a ser que el actual gobierno de Oaxaca también anda ‘siempre pensando en el pasado’ —‘ay, qué pesado’, les diría el Mecano de los ochenta— y quiere volver a las nefastas prácticas priistas, esto es, reapropiarse de cuanto espacio cultural hay en el centro de la ciudad de Oaxaca para dárselo en comodado a las ‘fundaciones altruistas’ y ‘asociaciones de amigos’ de los grupos de poder económico-cultural de siempre o para poder rentarlos como viles salones de fiestas”, piensan esos malpensados.
Los espacios culturales que tienen los okupas chidos son el fuego y la sazón de la vida cultural oaxaqueña. De ahí que se le pida al gobierno oaxaqueño que por lo menos sea listo en su política al respecto, pues ya que sea contracultural, roquero, punketo y anarquista es pedirle demasiado. Quizá.