Sobre la alameda, a la altura del asta bandera, un grupo de personas grita consignas de protesta, levantan carteles y reparten volantes. Hay vendedores ambulantes de artesanías genéricas, dulceros, un chico que ofrece enseñar a bailar bachata por unas monedas. Familias y parejas sentadas en las jardineras del zócalo. Niños que persiguen globos y se asombran la vida con unas cuantas burbujas. Frente a mí, Sara termina nuestra conversación diciendo que nosotros llegamos tarde al mundo de las letras.
A casi dos kilómetros y medio La Feria Internacional del Libro de Oaxaca exhala su último aliento en la edición de este año, pero en el centro de la ciudad parece ser un domingo cualquiera. Sin embargo, me parece el pretexto perfecto para pensar en lo que dijo Sara, sobre el mundo de las letras. Dónde está ese mundo, y cómo es que llegué a él en todo caso. Camino rumbo a la terminal de mi transporte y voy recordando.
Aunque es verdad que los libros siempre me llamaban, esa relación nunca se consolido en mi infancia. Apenas pude terminar, con mucho esfuerzo, un pequeñísimo libro que se llama La casa imaginaria de Pilar Mateos, de la colección A la orilla del viento. Pero algo sucedió cuanto tenía 17 años. Estudiaba en la Preparatoria 1 de la UABJO, y por lo mismo tenía todo el tiempo libre del mundo. Diego y Enrique eran dos de mis mejores amigos, y con ellos invertí ese tiempo en conocer el ocio. Las cosas realmente son complicadas en esa transición de último año de prepa a entrar a la universidad. Comienzan las expectativas, la presión social, el tomar las primeras decisiones importantes, la principal, elegir la carrera.
Jueves 18 de noviembre de 2010
Caminábamos de regreso del llano mientras planeábamos ir al otro día al parque el Tequio. Llegamos a la alameda y un estantes de libros nos llamaron la atención. Al acercarnos un chico nos recomendó un libro que estaban promocionando, un poemario sobre la celebración de muertos de un poeta chileno. Creo que estaba en 60 pesos, quizá en 120, no lo recuerdo. El nombre y la portada eran llamativos, pero hubo otro libro que me llamó más la atención. Hay relaciones con los libros que inician de ese modo, como un imán en el estómago que se refleja en los ojos. Invertí el poco dinero que estaba guardando para gastar el viernes. Nos dijeron que mañana era la presentación del libro con presencia del autor y que estábamos invitados. Acordamos ir después del tequio.
Viernes 19 de Noviembre de 2010
Con el tiempo la memoria se va transformando, pero hay cosas que quedan asentadas como para declarar días de felicidad plena o de tristeza profunda. Ese día fue de pura felicidad. El autor Mario Meléndez recitó algunos poemas y platicó sobre su obra. Había gente que lo escuchaba atentamente. Nunca vi antes ni volví a ver después tanta gente dentro de la Biblioteca Margarita Maza de Juárez. Incluso había una reportera que documentaba el evento, y que nos entrevistó al final porque le parecía raro que unos chicos de prepa 1 anduvieran en una presentación de libro.
Fue increíble. El autor firmó mis “Apuntes para una leyenda” y me dijo si tenía preguntas, le dije que sí, le pedí un consejo para alguien que se quiere dedicar a escribir, y me respondió que leer, que leer mucho. A los 17 años asistí a mi primera presentación de un libro, conocí a un autor extranjero que vivía de escribir, e incluso me firmó su libro que aun conservo como uno de mis favoritos. Parece algo tan sencillo, pero creo que esa fue mi “llegada al mundo de las letras” de la que me hablaba Sara. Yo, que no tengo familia que se dedique a la literatura, que vive a una hora del centro de la ciudad, que jamás imaginaba que se pudiera estudiar literatura y vivir de escribir, me propuse algún día entrar en ese mundo.
Cerca de las finanzas, lejos de las letras
Muchos años después, 5 para ser exactos, entraría a la Facultad de Filosofía y Letras solo para descubrir que ese mundo es más complejo que solamente leer y escribir. Terminaría dejando la carrera a medias, pero incluso, aunque huyera, aunque he estado huyendo de ellas, las letras se han metido en lo más profundo de mí. Aquella edición de la FILO llegó de manera inesperada, como un accidente que marco mi vida. En adelante asistí cada que pude antes de emigrar para estudiar la carrera, pero desde hace varios años ya no es una opción para mí. No se trata de los contenidos ni las actividades, se trata de que, investigando, todo aquello que hizo bien la FILO se ha difuminado; quiero hablar de una, el cambio de sede.
Lo que implica la nueva sede, en una zona como Ixcotel, es un distanciamiento con la vida cotidiana de la ciudad. En el contexto de un proceso de gentrificación, donde cada vez nos arrebatan más espacios a los locales, llevar un festival como este a las orillas de la ciudad, donde no se cuenta con transporte público ordinario desde la desaparición de la ruta “camino nacional”, me parece un error que no se soluciona con transporte gratuito extraordinario.
No quiero decir que las zonas conurbadas no merezcan ni necesiten actividades artísticas y culturales, por el contrario, son urgentes. Pero no en un elefante blanco como el centro de convenciones, sino proyectos fijos que den continuidad como el Chayo Traspatio Cultural en el Rosario o Casa Garita en Xoxo. Más bien pensando en la enorme cantidad de recursos públicos que se invierten en la FILO, me parece que volver a ocupar los espacios públicos en el centro sería un gran acierto. Para nosotros, los de las otras zonas conurbadas o de los que de plano vivimos a más de una hora de distancia, cuesta mucho más trabajo llegar a esta feria.
El centro es por antonomasia el espacio para intercambio de ideas, el punto de reunión para las personas del día a día. Quienes salen del trabajo y pasan por ahí para tomar la ruta de su transporte, quienes se reúnen para distraerse del mundo. Aquellos que van al centro a buscar algo que necesitan, a vender algo para sobrellevar el día. Quienes caminan sin buscar nada específico, quienes esperan en las jardineras a que algo suceda, como un accidente que te lleve al mundo de las letras.
El mundo de las letras es un mundo hermoso y complejo, quienes abanderan la causa de promulgarlo se enfrentarán, inevitablemente, a la crítica. Tanto la FILO como expresiones menos comerciales o más autónomas deben entender que, promoviendo este mundo, están formando a sus futuros detractores.