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Foto de portada: Carmen Pacheco
Habitantes de Oaxaca padecen elevados costos en rentas de inmuebles
Hace un par de meses, María Aguilar, una mujer trabajadora de 36 años de edad, tuvo que mudarse porque el techo de su casa, donde vivía con sus hijas y su pareja, sufrió una cuarteadura y representaba un riesgo. Nunca imaginó el largo número de viviendas que tendría que visitar antes de encontrar una acorde a sus posibilidades económicas como oaxaqueña, con un sueldo base de unos 13 mil pesos al mes.
Junto con su familia planeó reparar el daño de la casa, pero mientras, como medida de seguridad buscó una vivienda por la zona de Brenamiel, considerando que su área de trabajo es por ahí.
“Comenzamos a buscar y nos encontramos con rentas que van desde los siete hasta los 11 mil pesos, y eran espacios que parecían huevitos”.
María
En la colonia Esmeralda y Hacienda Blanca, a unos 11 kilómetros del centro de la ciudad, encontraron casitas de 5 mil pesos, pero había que comprar pipas de agua por lo menos dos o tres veces al mes, porque el suministro es escaso.
Algunas personas arrendatarias con casas muy pequeñas les ofrecieron pagar entre 2 mil 500 y 3 mil pesos al mes, además ciertas “concesiones”, como por ejemplo cubrir la renta completa sólo el primer mes y los siguientes descontarles el costo de la pipa de agua porque en esa zona perteneciente al municipio de San Jacinto Amilpas, tienen el mismo problema de escasez.
María cuenta que está en un grupo de gente que renta viviendas y sabe que en otras colonias del municipio de Oaxaca de Juárez los precios van incrementando cada vez más: los costos por departamentos están entre 7 mil 500, 10 mil y 17 mil pesos al mes, y en otros de mayor plusvalía las rentas llegan hasta 32 o 35 mil.
Aunque, con más suerte, dice, algunos trabajadores, como los meseros que trabajan por el centro histórico de la ciudad, como César y Adrián, han logrado encontrar en la periferia de la ciudad, rentas que oscilan entre 2 mil 500 y 3 mil pesos al mes. Sus testimonios refieren que se han logrado mantener esos precios “especiales” por las condiciones de las viviendas, pero en otros casos los dueños han podido reunir dinero para rehabilitarlas y se alistan para ofrecerlos en plataformas como Airbnb.
Esta es la realidad para las familias oaxaqueñas que han tenido que sortear esta crisis ante la falta de regulación en los costos de la renta de departamentos, habitaciones o alojamientos en general, sobre todo en tiempos de gentrificación, donde la inversión inmobiliaria propicia el desalojo de la población oriunda por la llegada de un flujo mayor de población flotante, principalmente de la frontera norte.
En esa situación no hay acuerdos lógicos con los arrendatarios, al menos no para María, y tal vez menos ahora que la ciudad de Oaxaca ganó, por segundo año consecutivo, el título de ciudad favorita en 2023 por parte de la revista especializada en turismo Travel + Leisure.
Fotografías: Vidal Pineda
Las autoridades, a través de la Secretaría de Turismo, cuentan por miles de millones la derrama económica derivada de la actividad turística. En la última temporada de 2023 hubo un ingreso superior a los 18 mil millones de pesos como resultado de un año de trabajo para diversificar la oferta turística.
Las funcionarias y funcionarios asumen o quieren imponer la idea del desarrollo para “el bienestar del pueblo oaxaqueño”, pero entre la población de a pie se impone la realidad de los altos costos en viviendas, la escasez de agua y otros problemas derivados precisamente del aumento del turismo, un turismo sin control, sin una política pública que aminore el impacto de la gentrificación.
Este fenómeno “gentrificador” ocurre a nivel global; de acuerdo al estudio Gentrificación turística elaborado por el Centro de Estudios y de Opinión Pública. En México, hay ejemplos de la gentrificación turística en San Miguel de Allende, Guanajuato; en Polanco y La Condesa, en la Ciudad de México; en Tulum, Cancún, Quintana Roo; en Monterrey, Nuevo León, Baja California y Tijuana.
Ocurre también en estados del Sur, como Chiapas, aunque no se menciona en este estudio, y Oaxaca. Aquí la transformación comenzó a ser más visible durante la pandemia. La diferencia entre las primeras ciudades y Oaxaca es que en aquéllas, según el estudio, han ajustado su Reglamentos del Código Territorial o reformado su Reglamento de Zonificación, Uso y Destino del Suelo, con la finalidad de regular el alquiler de inmuebles que se ofertan por medio de plataformas electrónicas o cualquier otro medio.
Fotografías: Vidal Pineda
Por el contrario, en Oaxaca, el gobernador asumió en una conferencia de prensa que las transformaciones, que no sólo son estéticas, “son propias del desarrollo de una sociedad, y más una que tiene el turismo como actividad fundamental para la economía”. Admitió también que las casas que antes eran habitadas están cambiando por hoteles boutique o restaurantes y que el centro histórico de la ciudad se está volviendo muy comercial.
Lo cierto es que no ha sido el turismo la actividad fundamental, pues de acuerdo con la Secretaría de Economía, en 2016 las principales actividades del estado eran: comercio (15.0%); construcción(14.8%); industria del plástico y del hule (6.9%); servicios inmobiliarios y de alquiler de bienes muebles e intangibles (18.1%) y servicios educativos (5.7%). Juntas representaron el 60.5% del PIB estatal.
También el INEGI, en el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE) 2023, coloca como actividades económicas primarias la agricultura, cría y explotación de animales, aprovechamiento forestal, pesca y caza; como secundarias la minería, manufacturas, construcción y electricidad; y las terciarias, entre las que se ubica el turismo, la distribución de bienes y actividades relativas a operaciones con información o con activos, así como a servicios cuyo insumo principal es el conocimiento y la experiencia del personal.
El mismo indicador reporta en las primeras actividades una disminución anual de 3 %, principalmente por el comportamiento de la agricultura y sitúa a Oaxaca en el lugar 22 a nivel nacional; las actividades secundarias por el contrario subieron en 2023 un 28.4 % y colocaron a Oaxaca en el lugar dos de las 32 entidades federativas del país.
Mientras que las terciarias registraron una variación anual de 7.1 % en estas actividades, lo que ubicó a este estado en el primer lugar a nivel nacional.
La administración estatal y municipal no ha ofrecido, hasta ahora, una política pública o acciones de gobierno de beneficio público, derivadas de un diagnóstico y análisis de factibilidad que busque aminorar el impacto que acarrean estos cambios y la gentrificación entre la población originaria
Apenas el jueves pasado el mismo presidente municipal de Oaxaca de Juárez, Francisco Martínez Neri, admitió que es un “gran asunto” que tienen que trabajar tanto a nivel municipal como a nivel estatal.
“La gentrificación nos está alcanzando, hay problemas graves de esa naturaleza y tenemos que establecer una correlación entre el interés de la persona y el interés de la sociedad”.
Francisco Martínez Neri
El edil aseguró que el tema de las regulaciones tiene que ver con la legislación estatal, la reglamentación estatal, inclusive con la federal, “antes que la gentrificación nos aborde al cien por ciento y que al rato solo tengamos negocios como ocurre en la ciudad de México”.
En general, según investigadores en estudios sociales y opinión pública y las versiones derivadas de la propia experiencia local, este tipo de transformaciones en las actividades económicas que se están viviendo en Oaxaca resultan excluyentes (como lo percibieron en el caso reciente del café Muss) y casi siempre están enfocadas en el consumo y el desarrollo capitalista, cuyas características son las inequidades e injusticias sociales creadas por las propias políticas públicas y los mercados, y recaen en las personas de más bajos ingresos e impactan en el deterioro de sus condiciones materiales de vida.
María lo sabe: dice que no hay nada lógico que regule los precios y las condiciones en que están rentando las viviendas, pareciera que la condición de las oaxaqueñas y oaxaqueños es vivir hacinados en casas que los mismos paisanos migrantes construyeron con la idea de “vivir de sus rentas” una vez que regresen o cuidar las casas de extranjeros que regresan por temporadas a sus países de origen.
Ella y su familia encontraron finalmente un espacio grande por 2 mil 500 pesos, semejante a una bodega, donde decidió alojarse por un tiempo mientras concluía la rehabilitación de su casa. Tiene la claridad de que no existe apoyo real e inmediato para los residentes de menores ingresos y siempre en búsqueda de nuevas acciones de alcance comunitario que permitan mejorar las condiciones comunes.