Por Rodrigo Islas Brito
Hugh Jackman hace un ridículo monumental en Deadpool y Wolverine (EUA, 2024), el nuevo supertaquillazo de Marvel, que según algunos locos reportes, a tan solo tres días de estreno, ya lleva recaudada una taquilla a nivel mundial de más de 400 millones de dólares. Si esta bazofia es realmente un homenaje a las nueve películas del australiano Jackman como el mutante furioso con peinado raro y dedos con garras de acero, ese homenaje es auténticamente una burla.
En este cañonazo de Marvel Studios, Logan se ve reducido a ser una parodia de sí mismo y una vil comparsa del bocazas Deadpool, cuyo dueño absoluto, Ryan Reynolds, parece traspasar cada vez más la frontera entre ser cagado y ser un auténtico dolor en el ano. Las muy regulares Deadpool (2013) y Deadpool 2 (2018) resultan hasta subversivas si las comparamos con esta tercera entrega, donde Marvel impone su visión de cine superheroico formulaico, inofensivo, con guiones cada vez más pedestres.
En Deadpool y Wolverine hay acreditados cinco guionistas, incluidos la estrella-dueño Reynolds y el director del filme Shawn Levy, pero ninguno puede escribir tres secuencias seguidas que tengan un mínimo sentido o una verdadera progresión dramática. Todo parece un pegado sobre pegado, un cóctel de ocurrencias para decir y gritar más de una vez que Disney compró a Fox y que Marvel ahora es dueña absoluta de todos los personajes del universo de los Xmen, y que ese súper golpe ya la salvó del profundo y enorme boquete en la que su endeble propuesta temática e intelectual la tenía sumergida, con fracasos económicos absolutos de sus estrenos del 2023, The Marvels y Quantumania.
El hablador de Deadpool se autonombra una y otra vez durante casi dos horas de trancazos desesperados, sin ton ni son, como el Jesucristo salvador de Marvel. Lo cual lleva a pensar que Marvel está un poco más que desesperado porque veamos con esos ojos al mercenario con traje de mosca ninja, desfigurado e inmortal. Como respuesta a esas voces que agolpadas y furiosas, señalan que todos los metaversos del universo marveliano de gente con mallas y superpoderes, se encuentran totalmente agotados y en franca decadencia.
Decadencia, que por más millones de dólares que recaude en taquilla, Deadpool y Wolverine, no mengua demasiado. Las historias de Marvel ya no pueden dejar de ser absurdas, inconexas, presas de una lógica de eterno templo del heroísmo infame. En este tercer Deadpool los villanos son la hermana despiadada y calva de Charles Xavier (Emma Corrin) y un burócrata malvado de una especie de organismo rector de las líneas de tiempo (Matthew Macfayden). Aunque los dos histriones le echan ganas, no puede disimular lo patéticamente estéril que resulta su nivel de temeridad.
El final del tipo nos unimos para ser iguales, tal vez sea la peor parte de Deadpool y Wolverine. El momento en el queda claro que el salvador de Marvel es más del mismo veneno y que Hugh Jackman mínimo debió exigir unas cuantas motivaciones para su personaje, que no sonaran a guión de una telenovela de Televisa. Deadpool y Wolverine son una barrabasada de supertrajes de oropel , un fenómeno cultural con sesos de barro. Aun siendo dueña de casi todo, la Marvel de Disney se hunde y se hunde. Puede que esa finalmente sea su naturaleza.