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Fotografía: Paul Meixueiro
Qué se puede hacer después del libro. Producirlos como mercancía de papel y luego llevarlos a una biblioteca no es suficiente, pues son bienes culturales. La poeta, narradora y traductora mexicana, Elisa Ramírez Castañeda (Ciudad de México, 17 de abril de 1947) considera que es importante hacerlos vivir en el lector, en la escuela, o utilizarlos como herramienta pedagógica en el aula, más que tenerlos solo en un librero. “Hay que hacer vivir los libros”, destaca la autora.
Por lo pronto, ella optó por compartir y exhibir la colección que ha escrito durante su trayectoria de 50 años como narradora, traductora y editora, en la exposición Trayectoria Editorial en Murguía 302 en el centro de la ciudad de Oaxaca, donde también hay otra una serie que ella describe como libros nice, “de esos que una le hace a las empresas para subsistir, cuyo destino quizá haya sido un café o una mesita de desván”
Es posible que muchos de esos textos ya no estén en el mercado porque han pasado directamente de la imprenta a las escuelas, salas de lectura o bibliotecas, por eso se han puesto a la vista, no para que que miren cuántos libros ha escrito, sino como un referente que pueden usar las nuevas generaciones, “para que no empiecen a hacer publicaciones indígenas de cero, aquí hay una referencia que pueden utilizar”, comenta la autora en entrevista.
El boom de la literatura indígena
Elisa Ramírez explica puntualmente que en los últimos 20 años disminuyó o quizá se acabó la labor de los antropólogos y los lingüistas porque ellos hacen su propia etnografía y reescriben sus propios textos. “Y está perfecto”, dice. Pero en este afán de ser autónomos, fieles y originarios, por una parte o dependen demasiado de los editores, editoras, o rechazan todo.
Además, añade, hay un boom de la literatura indígena, que establece mandatos para hacer libros indígenas desde las instituciones. “Lo que sucede es que mucha gente que no tiene que ver en esto, de repente ‘muy oportunista’, viene con las editoriales a traducir cualquier cantidad de cosas del español a otras lenguas indígenas sin contextualizarlos”.
Desde su perspectiva, esas producciones son planas, con textos totalmente hechizos, que se venden, y permiten que las editoriales en lenguas indígenas continúen, pero “es la pura oportunidad de vender libros y se traduce en una modalidad de lenguaje que no existe en las comunidades. Una cosa frecuente es que son políticamente correctos y eso no corresponde para nada a lo que se lee o se ve en las comunidades”.
Eso resulta grave para la investigadora porque, si llegan a las comunidades donde todavía hay educación indígena, o donde se alfabetiza en alguna lengua originaria, van creando una estética y un gusto que resulta una nueva forma de colonización y de usurpación.
Trayectoria Editorial es la oportunidad de mirar diversas clases de libros y distintas texturas de lenguaje.
El libro como resultado de lo colectivo
Como todas las escritoras, porque dice que son mayoritariamente mujeres quienes escriben en lenguas indígenas para niños, el quehacer de Elisa Ramírez dentro de la literatura indígena surgió de contar los cuentos que ella oía de niña, o escuchaba en las comunidades, o los que les leía a sus hijos, mientras recorría la carretera de México a Juchitán y de esta ciudad istmeña a muchos otros destinos.
A partir de los 80, comenzó a trabajar con la Secretaría de Educación Pública (SEP), en un programa que se llamaba Tiempo de Niños que posteriormente se convirtió en Alas y Raíces. Publicaba semanalmente en un periódico cosas breves. Luego fue quincenal y la publicación se encartaba en los periódicos. “Duramos 160 números, más los números especiales, más de cuatro años escribiendo sobre todo temas indígenas”, comparte.
Como investigadora, trabajaba en bibliotecas, con maestros y personas de las comunidades y luego escribía para niños indígenas, sin embargo aclara que estos procesos de producción de sus libros han sido colectivos. “Yo no lo escribía, yo no lo contaba, muchos de los libros están firmados porque así lo exigen los trámites burocráticos, pero son esencialmente colectivos, una persona narra, otra traduce, otra persona adapta, yo hago una versión para niños, a veces se adapta a lengua indígena”
Un ojo que lee
Los libros que ahora exhibe son traducciones de antropólogos para niños, de niños para antropólogos, de poetas para público, libros para niñas de comunidades indígenas, etc, hay una sección de su trabajo como editora y directora de revistas, desde luego una mesa de antologías, libros originales, en el sentido de la manera propia de reunir textos, o cómo lo precisa la autora, “una manera de poner los temas uno junto a otro, de clasificarlos, un ojo que lee”. Pero lo relevante no es cómo se clasifica, explica Elisa Ramírez, sino conocer las cosas que se han hecho y que se están haciendo, para que se reproduzcan.
“Todas las políticas editoriales estatales parten de cero, parece que están descubriendo el hilo negro, pero no hay tal, una sin antecedentes no es nada, y eso implica toda una industria editorial y una manera de ver las letras indígenas, las recopilaciones, la antropología y la relación con el otro”.
En síntesis, la exposición Trayectoria Editorial es una oportunidad de mirar diversas clases de libros que representan muchos años de trabajo; quizá algunos repetidos en cuanto a los temas, solo con distintas texturas de lenguaje.