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Foto de portada: Mario Cruz
Una tarde de un cielo cerrado anuncia una lluvia que no llega. Son casi las tres de la tarde. Hace frío. Al fondo del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (CFMAB), la sala 7 es un espacio en blanco, en transición, se prepara para albergar el siguiente proyecto ganador de la convocatoria para primera exposición de artistas emergentes. Paola García se encuentra en pleno montaje, sin embargo, me concede una entrevista.
Originaria de la Mixteca Alta, de San Juan Sayultepec, y recién egresada de licenciatura en Artes Plástica y Visuales de la UABJO, Paola tiene la virtud de compartir con alegría y emoción un proyecto que destaca por la vulnerabilidad y la fuerza de los temas que abarca su trabajo. Temas sensibles que describen el común denominador de las poblaciones rurales en el país, pero particularmente en el estado de Oaxaca: la migración, la ausencia familiar, la transformación del paisaje a causa del abandono; de la ausencia.
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¿Cómo te inicias en la Fotografía, en las Artes Visuales?
Siempre me gusto ver películas, siento que desde ahí había ciertos indicios de mi interés por lo visual.
¿Cómo qué películas?
Cine bélico [risas]. Sí, era un poco rudo, también me gustaban los documentales. A mi abuelo le gustaba ver mucho el cine de oro mexicano, esa es otra de mis influencias. En realidad, un poco de todo. Mis papás tenían un puesto de hamburguesas [sonríe], a un costado de su negocio había un puesto de películas. Es ahí cuando me escapaba y me ponía a ver de todo, toda la tarde noche o el tiempo que mis papás estuvieran vendiendo. Ahí me entretenía viendo películas.
¿Cómo llegaste al Álvarez?
Siento que fue todo un recorrido [risas]. En el segundo año de la carrera debíamos tomar una principal electiva, yo elegí fotografía con la maestra Claudia López Terroso. Poco a poco se fueron retomando las clases presenciales, en una ocasión ella nos trajo aquí en una visita guiada, aproximadamente hace dos años y medio, casi tres. Hace un año fue que comencé a venir a las charlas, inauguraciones, platicas, y me integré al Club Análogo con Daniela Gar. Es muy curioso, comencé con lo digital, de ahí me fui a la estenopeica, seguí con lo análogo, y la verdad se me ha hecho muy complicado volver a lo digital, y si vuelvo es por medio del video.
¿Qué se te complica de lo digital?
Quizá porque estudié artes estoy muy relacionada con la manualidad, con los procesos, los tiempos, creo que esto lo pierdo con lo digital. La serie que presento en la exposición la rebelé en mi casa, tu casa. En la universidad aprendí a revelar con fenoles: café, vino, cerveza, plátano; lo que se me hace más fácil es revelar con café. Todo esto lo trabajo en mi casa, hago técnicas de cuarto oscuro: fotogramas, lumen print; aunque eso, últimamente, me ha llevado de regreso a lo digital, a escanear y trabajar en edición. He comenzado a hacer intervenciones, y me gusta combinar lo digital y lo análogo, explorar sus posibilidades.
Foto: Ivonne Martínez
¿Cómo nació este proyecto?
Yo siempre digo que somos la consecuencia de nuestras circunstancias. A mí me tocó crecer en una casa en la que muchos de sus habitantes han partido, han fallecido. La primera muerte que quizá marcó mi vida fue la de mi abuela materna hace quince años, y una de las muertes más recientes que también me marcó fue la de mi Papá aproximadamente hace tres años. En ese lapso entre la primera y la última han fallecido cuatro familiares más, seis en total. El año que supimos el diagnóstico de mi Papá yo comencé a explorar la enfermedad, los espacios que habitaba y cómo se iban transformando. Creo que una enfermedad cambia muchas cosas en la vida, no solo a quien la padece si no a sus cuidadores y a quienes habitan el mismo espacio, la misma casa. Cuando él falleció pude ver cómo nuevamente surgían cambios, y a partir de ahí reflexioné, no solo sobre ese proceso, sino todos los que había vivido anteriormente.
A principios de este año, durante un seminario de la carrera donde llevamos investigación de proyectos, tenía que asentar cuales son los temas que había abordado durante toda la licenciatura. Ahí me di cuenta de que yo recurría mucho a temas como el duelo, la perdida, la memoria, también trabajé con el álbum familiar. “Donde ya no cantan las ranas” es una pequeña parte de un proyecto más grande que consiste en estudiar la transformación del paisaje a partir de la ausencia.
¿Qué esperas de tu exposición?
Hubo un tiempo en que, como alumna, no encontraba las posibilidades para desarrollar mis proyectos, una de mis intenciones con esta exposición es mostrar parte de las posibilidades que hay para darle salida a sus proyectos. Que más compañeras y más personas se acerquen a estos espacios como el Álvarez Bravo, para ir aprendiendo de los procesos análogos o conocer otros proyectos, creo que eso nos ayuda a que podamos desenvolvernos, a hablar. A través de un proyecto yo creo que cada quien tiene algo de qué hablar, qué plantear, qué decir.
¿Cuáles son tus principales influencias en fotografía?
Joan Fontcuberta, me gusta mucho su trabajo, también el trabajo de Cecilia Hurtado. Últimamente he estado volviendo a ellos para algunos proyectos. Otro referente que ha estado muy presente desde hace un año es Yael Martínez. Yo comencé haciendo documental, y a partir de ahí he tenido un proceso de conceptualización, lo digital, la intervención, después la instalación, y últimamente trabajo la posibilidad de que sea performance, creo que mi trabajo se ha ido complejizando un poco.
Tú trabajo en general, este proyecto que presentas en particular, es familiar, ¿va a venir tu familia?
Sí es un proyecto muy íntimo, en su momento se me hacía difícil platicarlo, pero creo que lo he sabido… lo he platicado con mi familia, más que nada con mi Mamá. Ella va a estar presente. Sí le he dicho que en este proyecto hablo sobre mi familia. Quizá esto es un punto importante que he aprendido de este proyecto, que en algunas comunidades muchas personas no están muy abiertas a hablar de la perdida, del duelo, cada quien lleva su duelo y se lo queda. Con los años mi Mamá poco a poco se ha ido abriendo, sobre todo respecto a la ausencia de mi Abuela, se le hacía difícil estar en la casa. Al principio mi proyecto sí se centraba mucho en mí, incluso para sanar a través de esto, pero poco a poco me ha permitido ver cómo afectó a otras personas de mi familia, e incluso un poco más.
El título es “donde ya no cantan las ranas” porque a mi barrio le llaman “el canta ranas”, entonces como en mi familia han ido falleciendo, y muchos de ahí han emigrado, ya no quedan personas, ya no cantan las ranas. Esta es otra de las reflexiones que me ha dejado el proyecto, cómo en las comunidades las personas tienen que migrar, parten a otros lugares. Yo, por ejemplo, ahora me encuentro aquí en la ciudad, aunque mañana no sé donde estaré. También en mi familia, mis primos han emigrado a otras partes por trabajo, para estudiar, buscar una vida mejor, y eso origina el abandono de los lugares, del pueblo. Incluso la matrícula de niños en la escuela de mi comunidad ha disminuido bastante.
¿Piensas llevar este proyecto a tu comunidad?
Más que expositivo, yo tengo el interés de dar talleres a los niños de mi comunidad, acercarme en su momento al albergue de la primaria, porque en la periferia no es común que se den talleres de arte. Es un poco complejo. De niña me hubiera gustado recibir talleres, ahora tengo un sobrino de siete años que me hace preguntarme por sus intereses.
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Donde ya no cantan las ranas de Paola García, se inaugura este sábado 26 de octubre, en las instalaciones del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo a las 12:00 hrs. La entrada es gratuita para el público en general.
El acompañamiento curatorial de esta exposición lo realizó el artista Víctor Mortales, quien escribe: “Paola García nos invita a confrontar la desaparición, no solo de especies y paisajes, sino de modos de ver. Su fotografía, lejos de la inmediatez digital, abre un espacio para la reflexión pausada, para el contacto íntimo con los materiales y con los silencios que quedan en el vacío. Esta exposición es un apunte de que, aunque los ecos del pasado aún resuenan, el acto de mirar es también el acto de reconstruir y de trazar nuevas rutas dentro de lo perdido”.
Paola García cierra el ciclo de exposiciones de esta edición de la convocatoria SALA 7, un proyecto del CFMAB dedicado a difundir el trabajo fotográfico de artistas emergentes.