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Fernando Solana Olivares
El ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, una de las voces de ultraderecha más radicales del gobierno genocida de Israel, afirmó durante un discurso pronunciado en la Conferencia Katif que “puede ser justo y moral” matar de hambre a más de 2 millones de residentes de Gaza hasta que los rehenes israelíes en poder de Hamas sean devueltos, según reportó Dana Karni de CNN, pero que “nadie en el mundo nos lo permitiría”. La hambruna se ha extendido en todo el territorio gazatí entre el 96 por ciento de su población. Diversos grupos de ayuda y organizaciones internacionales han acusado a Israel de llevar a cabo una campaña de inanición que califican como violencia genocida. Entre las acusaciones imputadas por el fiscal de la Corte Penal Internacional, por las cuales solicitó órdenes de detención contra Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, está la de “inanición como arma de guerra”. Los niños mueren de hambre en brazos de sus padres, informa la reportera, mientras Netanyahu niega las acusaciones calificándolas como una sarta de mentiras y afirmando que si los palestinos no reciben alimentos “no es porque Israel los esté bloqueando, es porque Hamas los está robando”.
Al cumplirse un año del holocausto palestino, el Instituto para la Comprensión de Medio Oriente informó que durante estos doce meses Israel ha librado una guerra genocida contra los palestinos en Gaza, matando a 42 mil personas y orillando a la hambruna a cientos de miles, la mitad de ellos niños que no tienen donde huir o esconderse. Dos millones de palestinos (de los 2.4 millones de habitantes), han sido obligados a desplazarse una y otra vez hacia zonas más pequeñas en cada desalojo. Israel ha devastado la mayor parte del territorio, ha destruido barrios enteros y despoblado grandes zonas, entre ellas la ciudad de Gaza. Ha destrozado el sistema de salud, la infraestructura civil, escuelas, universidades, bibliotecas, museos, sitios culturales y patrimoniales. Ha profanado cementerios y bombardeado mezquitas. Entre las 42 mil personas asesinadas se contabilizan 17 mil niños cuando menos, sin considerar aquellos cadáveres que aún permanecen bajo los escombros —20 mil personas no han sido identificadas, están desaparecidas o sepultadas entre las ruinas—. Casi 120 personas mueren a diario en Gaza, cinco cada hora. Hay 96 mil habitantes de Gaza heridos, muchos con lesiones graves. Cada día 10 niños pierden extremidades desde el comienzo de la guerra, según estimaciones de Save The Children. Han sido asesinadas más de 10 mil palestinas, 19 mil han resultado heridas y 37 madres pierden la vida diariamente. El 60 por ciento de las víctimas en Gaza son niños y mujeres, de los cuales 937 mil han sido obligadas a abandonar sus hogares y miles de mujeres han quedado viudas.
Durante su cuarto discurso ante el Congreso estadunidense, en el cual nunca pronunció la palabra “palestino”, según nota de David Brooks y Jim Cason, el primer ministro Netanyahu definió la guerra de Israel contra Gaza como un “enfrentamiento entre la barbarie y la civilización”, y exigió acelerar la entrega de armas de Estados Unidos para concluir más rápido la confrontación. Llamó a los manifestantes que protestaban contra el genocidio sionista “idiotas útiles” financiados por Irán. El Partido Republicano refrendó su pleno apoyo a la guerra de Israel y la ocupación de Gaza, lo mismo que el presidente Biden. “Prácticamente ningún civil ha muerto en Gaza”, afirmó Netanyahu en su intervención. Los congresistas lo colmaron de aplausos.
Semanas después de la visita de premier sionista, varias agencias de prensa informaron que Estados Unidos aprobó una nueva venta de armamento a Israel por más de 20 mil millones de dólares que incluye 54 aviones de combate F-15, misiles aire-aire de alcance avanzado y cerca de 33 mil proyectiles para tanques y morteros de alta explosividad, entre otros suministros bélicos. El Departamento de Estado notificó al Congreso que esta venta “mejorará la capacidad de Israel para enfrentar las amenazas enemigas actuales y futuras”. El entonces ministro israelí de Defensa agradeció la ayuda de Washington: “un mensaje de apoyo y compromiso con nuestra seguridad”. Por su parte, Irán dijo que los llamados de varios países occidentales a no emprender represalias por el ataque de Israel en su territorio para asesinar al líder político de Hamas, Ismail Haniyeh, “suponen una muestra de apoyo al régimen de Israel para que siga cometiendo más crímenes en la región”.
En agosto pasado la franja de Gaza fue declarada zona epidémica de poliomielitis por el ministerio de Salud debido al genocidio judío, informaron agencias internacionales. La privación de agua potable, la destrucción de la infraestructura sanitaria y la acumulación de cientos de toneladas de basura provocaron la aparición de un virus antes erradicado. El mismo día, fuentes médicas palestinas anunciaron la muerte por hambre de Ali Anas Tatar, un niño de seis años y víctima número 39 por esa causa.
El escritor y analista palestino Muhammad Shehada, director de asuntos de la Unión Europea en el Euro-Med Monitor de Derechos Humanos, al hacer un balance para la revista The New Arab después de un año de la guerra de Israel contra Gaza afirma que el 54 por ciento de los palestinos apoya la decisión de Hamas de lanzar los ataques contra Israel del 7 de octubre de 2023 en los que murieron mil 200 israelíes y fueron tomados cerca de 300 rehenes, un apoyo utilizado como pretexto por el gobierno israelí para justificar el asesinato en masa de más de 42 mil palestino, entre ellos 17 mil niños, y la destrucción del 70 por ciento del territorio sitiado. Ese apoyo, según señala el Centro Palestino para Investigación de Políticas en su encuesta, realizada del 3 al 7 de septiembre en Cisjordania y Gaza, “no necesariamente significa un apoyo al grupo armado islamita ni a los asesinatos o atrocidades cometidos contra civiles”. Noventa por ciento de los palestinos encuestados no cree que los milicianos cometieran las presuntas y falsamente documentadas atrocidades de ese día contra pobladores judíos, difundidas por el gobierno de Israel, los medios de información occidentales, el presidente Biden y los líderes de la Unión Europea. A pesar de mostrarse contraria al ataque contra civiles y el secuestro de niños, mujeres y ancianos por fuerzas de Hamas, una abogada palestina declaró que entendía la ofensiva como “una declaración de que la tiranía y la opresión tienen límites y consecuencias”. Aún con la inmensa destrucción infligida por Israel, 80 por ciento de los encuestados cree que el ataque contra el sionismo opresor “ha puesto el tema palestino en el centro de la atención y eliminado años de abandono”. Abú Suhaib, habitante de Gaza, dijo que el ataque “revivió nuestra lucha y atrajo interés mundial a nuestro predicamento”.
Muhammad Shehada concluye su texto señalando: “Los palestinos han intentado repetidas veces llamar a las puertas de Naciones Unidas y de los tribunales internacionales, acciones que Israel llama ‘terrorismo diplomático’. Resoluciones históricas adoptadas a favor de los derechos palestinos han quedado en el papel, sin ser jamás llevadas a la práctica. Entre tanto, gobernantes europeos reconocen que la comunidad internacional le ha fallado a los palestinos. La muerte lenta bajo el régimen de apartheid israelí, sumada a las avenidas diplomáticas bloqueadas, deja a los palestinos con la convicción de que no hay nada que puedan hacer para ser tratados como seres humanos iguales. Esta desesperación aporta entonces credibilidad a la resistencia armada como herramienta para romper el statu quo, obtener venganza o enfrentar la intimidación. Además, la doble moral occidental en el generoso e indeclinable apoyo a Ucrania y la glorificación de su resistencia, en oposición al abandono y la culpabilización de las víctimas en el caso de Palestina, se cita entre las razones que popularizan la resistencia armada y crean la convicción de tomar el asunto en sus propias manos”.
En Ámsterdam cinco personas fueron hospitalizadas y 62 detenidas como saldo de un choque entre aficionados del equipo de futbol Maccabi de Israel y jóvenes oriundos de Países Bajos, según despachos de prensa de AP y Europa Press. La comunidad internacional calificó como un “ataque antisemita” el enfrentamiento. Estados Unidos afirmó que lo ocurrido había sido “un clásico pogromo”. Biden dijo que los incidentes eran un “despreciable recordatorio de momentos oscuros de la historia cuando los judíos eran perseguidos”. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se declaró indignada y aseguró que “el antisemitismo no tiene cabida en Europa”. El premier de Países Bajos, Dick Schoof declaró estar “profundamente avergonzado por el ataque”. Ninguno de ellos, sin embargo, condenó las provocaciones de los aficionados israelíes contra la comunidad palestina, tanto camino al juego como al abandonar el estadio, donde interrumpieron el minuto de silencio dedicado a las víctimas de las inundaciones en España, país que pide el reconocimiento del Estado palestino. En las calles los aficionados judíos corearon consignas antiárabes, celebraron el genocidio en Gaza y se burlaron de los niños asesinados: “No hay más escuelas en la franja porque ya no quedan niños” o “Muerte a los árabes”, vociferaban. Ni la comunidad internacional ni los dirigentes políticos occidentales condenaron tales provocaciones.
El holocausto judío, la Shoah, esa terrible barbarie después de la cual ya no podría haber poesía, según lamentaba Theodor Adorno, ocurrió casi en secreto y el mundo no supo de ella sino hasta terminar la guerra. Ahora el genocidio palestino, y el libanés que recién comienza, en una diabólica normalización del horror es televisado mientras sucede. Un nuevo holocausto perpetrado por el pueblo que antes lo sufrió ocurre ante los ojos mayoritariamente indiferentes de la humanidad. En su discurso de aceptación del premio PEN Pinter 2024, la escritora Arundhati Roy denunció que “los soldados israelíes parecen haber perdido todo el sentido de decencia. Se supone que debo caer en la equivalencia moral y condenar a Hamas y a la gente de Gaza que celebró el ataque que realizaron. No voy a decirles a los oprimidos cómo resistir a su propia opresión, ni quienes deben ser sus aliados”.
El video de Qamar, una niña palestina descalza de 6 años que cargó a su hermana menor Sumaya, herida tras un bombardeo israelí hasta un lejano hospital y de vuelta a casa, se hizo viral cuando las recogió Rehab Ismail, periodista de la BBC. “Estoy agotada, llevo cargándola una hora, no puede caminar”, dijo Qamar en el encuentro, mientras regresaban al campamento de refugiados de al-Burij donde miles de personas desplazadas sobreviven en refugios improvisados y sin acceso a los insumos básicos. La periodista habló con la madre de Qamar, quien ahora que se acerca el invierno teme que la frágil carpa en la que viven no pueda resistir las lluvias y el frío extremo. “El frío nos está matando. Ni siquiera tengo una manta para tapar a mis hijas”, contó. Ellas son parte de los 1.9 millones de habitantes que han sido obligados a abandonar sus hogares y dependen de una ayuda humanitaria que les llega de manera muy esporádica y no cubre sus necesidades básicas.
James Elder, portavoz de la agencia de Naciones Unidas para la infancia, UNICEF, fue entrevistado por BBC Mundo acerca del catastrófico impacto de la guerra de Gaza en los pequeños. Después de dos décadas de experiencia en conflictos dijo estar en “un territorio desconocido” en cuanto al estado psicológico de los niños: “no puedo describir el nivel de trauma porque los especialistas capacitados no logran todavía hacerlo”. En diciembre pasado la UNICEF se refirió a la situación de Gaza como una guerra contra los niños. Diez meses después esa percepción no ha cambiado, confirma el funcionario: “Durante un año se informó de la matanza cada día de 40 niñas y niños en promedio. Por eso hablamos de una guerra contra los niños”.
El ultraderechista ministro de Finanzas Bezalel Smotrich, afirmó hace unos días que la reciente elección de Donald Trump es una “oportunidad importante” para que Israel imponga la “soberanía” en Judea y Cisjordania, según notas de agencias de prensa internacionales. Tal medida fue calificada por Joseph Borrel, canciller de la Unión Europea, como un “claro paso hacia la anexión ilegal” del territorio palestino. Smotrich, una de las voces más radicales del gobierno de Netanyahu, declaró a The Times of Israel que un Estado palestino es “un peligro” y que “los nuevos nazis” deben pagar con territorio sus desafíos.
Antes de morir de inanición el pequeño Ali Anas Tatar, uno de los nuevos nazis, soñaba con un kellaj, aquel pastel de queso fresco dulce bañado en almíbar que le horneaba su abuela. Era lo que más le gustaba comer.