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Foto: Crispín Vayadares y Katherine Wong (Peace KAT)
Crispín Vayadares falleció en 2020 en la capital de Oaxaca, mientras el mundo estaba cerrado sobre sí mismo durante la epidemia de Covid-19. Pocos supieron de su fallecimiento entonces, aunque no era un desconocido en la escena nacional: había dedicado más de cuarenta años a la pintura, a diversas creaciones en las artes plásticas, y en 2008 el LX Congreso de la Unión le confirió una medalla en reconocimiento a su trayectoria y contribución artística a México.
Nacido en San Miguel del Puerto, Pochutla, en 1962, Vayadares expuso su obra en México y el extranjero en más de un centenar de exposiciones en museos y galerías de alto nivel. Ganó en 1993 el Premio del Jurado del Museo de Boca Ratón en Fort Lauderdale, Florida, y fue el año en que se casó con la compañera de toda su vida, la también artista Katherine Wong, quien firma sus obras como Peace KAT.
Cuando el artista tenía veinte años, una araña viuda negra lo mordió en un dedo del pie. Debido a que entonces no se trató contra la ponzoña, ésta actuó en su cuerpo durante años hasta que en 2006 el pintor descubrió que la toxina le había dañado un riñón, el páncreas y el hígado. A pesar de las diez hospitalizaciones y ocho operaciones que le sobrevinieron desde aquel año, Crispín Vayadares continuó pintando y disfrutando la vida con su esposa y su hija, hasta que falleció el 6 de noviembre 2020.
Al perder al compañero de su vida, Katherine Wong tuvo que asumir la resistencia contra el olvido, no solamente de su esposo sino de mí misma. “Y de este profundo miedo de la inexistencia —relata— nació un esfuerzo de hacer memoria de su arte, su persona, de nuestro amor y vida que veo en cada una de sus pinturas”.
El ritual evocativo que la artista eligió fue la elaboración de un libro que resguardase las imágenes que Crispín Vayadares prodigó como pintor a lo largo de cuatro décadas. En Oaxaca es usual la edición de libros de artista como vehículo para promover lo que producen creadores vivos, confiados en que seguirán creando. Es inusual que se dedique un volumen a la obra de autores fallecidos, salvo que su prestigio e interés comercial respalde las ediciones, como en el caso de Rufino Tamayo, Rodolfo Morales o Francisco Toledo.
Para Katherine Wong, publicar un libro con la pintura de Vayadares se convirtió en su rito de duelo: “más que una forma de solamente decir ‘adiós’, es un acto de gratitud. Gracias, gracias, gracias. Gracias, Crispín, por tu humildad, tu humanidad, y tu arte, el mayor testamento de quien eras como artista y persona. Sobre todo, gracias por existir y haber sido parte de mi vida. La gratitud nos da patria y pertenencia, dando sentido a nuestra existencia. La gratitud nos hace recordar, rememorar y conmemorar”, escribió la artista en la presentación de aquel rito convertido en páginas llenas de color y calidez.
Con la colaboración del diseñador Javier Rosas Herrera y el fotógrafo Manuel Jiménez, la viuda del pintor integró en 2023 un volumen de 368 páginas en el cual da cuenta del arte pictórico que Vayadares desplegó no sólo en lienzos, sino en objetos como cajas de madera y utensilios tradicionales de cocina (sartenes, comales y ollas de peltre, detalla la crítica Blanca González Rosas, en uno de los textos incluidos en la publicación).
El volumen integró textos críticos que acompañaron exposiciones de Vayadares a lo largo de su vida, escritos por especialistas: Miguel Ángel Vives Lorenzini, Blanca González Rosas, José Manuel Springer, Fernando Solana Olivares, Jorge Pech Casanova, Fernando Gálvez y la propia Katherine Wong, quien además de pintora es una inteligente observadora del arte en Oaxaca.
La imprenta y editorial Productos Gráficos El Castor, de Faustino García, se hizo cargo del complejo proceso para darle al libro una calidad como pocas veces se ve en Oaxaca: un acabado visualmente impecable, que resalta no sólo el color de la obra, sino sus cualidades táctiles, pues el pintor solía aglutinar el óleo de sus pinturas en densas pinceladas que le dan particularidad a sus piezas.
Un detalle difícil era lograr que las aplicaciones de hoja de oro y hoja de plata en las pinturas tuviesen su correspondiente resalte en las imágenes impresas. Fue un problema técnico al que se enfrentaron Katherine Wong como editora y Faustino García como impresor. La imprenta salió airosa del desafío y el resultado fue tan deslumbrante que el impresor se animó a presentar el producto de esa colaboración a la cuadragésimo cuarta emisión del Premio Nacional de las Artes Gráficas.
La noche del 12 de noviembre de este año, en el Poliforum Siqueiros, el libro El universo de Vayadares recibió el galardón al Mejor Catálogo de Arte del 44º Premio Nacional de las Artes Gráficas, que recibió el impresor Faustino García. Es una noticia importante para Oaxaca, pues una empresa local consigue colocar su manufactura entre las mejores del país, con un producto que no es alcohólico, sino del ámbito artístico.
Como señala Katherine Wong, el volumen titulado El universo de Vayadares va más allá del registro de la obra dejada por un artista que no alcanzó a recibir merecido reconocimiento: “Este libro era necesario no sólo para puntuar la importancia del arte de Crispín Vayadares en el torrente del arte mexicano, sino también para permitirme cerrar un capítulo. Y a la vez mantenerlo abierto siempre. Les deseo que todos tengan su testigo de vida y su cómplice para dejar constancia de su paso”.
Crispín Vayadares pudo ver su obra reproducida y recomendada en catálogos de arte de pequeño formato y en revistas y periódicos prestigiados como Vogue, Casas y Gente, Arte al Día, La Jornada y El Financiero, gracias a que, como pintor, desarrolló una visualidad en la que “tejió el color con pinceles y espátula mediante la deconstrucción de los textiles tradicionales oaxaqueños. También creó su propio universo con una iconografía personalísima que incluía niños, enmascarados, novios y amantes, madonas, textiles istmeños, animales, y la cocina oaxaqueña, que navegaban entre lo figurativo y lo abstracto”, según refiere Katherine Wong.
El deseo de la viuda de mantener la memoria visual de su compañero artista generó un proyecto editorial que hubo de resolver problemas pocas veces planteados con seriedad en el ámbito editorial de Oaxaca: ¿cómo llevar a la impresión detalles pictóricos sutiles como el oro y la plata aplicados al lienzo? El resultado fue de tal calidad y belleza que mereció un premio nacional. Es un logro para celebrarse en una entidad asediada por más fracasos, problemas irresueltos y tragedias, que sucesos felices.
Para la editora e impulsora de la edición premiada, es un motivo de alborozo, y vale la pena encomiar su esfuerzo, que integró los de excelentes profesionales: “Me quedo satisfecha porque este libro es un vehículo de la memoria para que la bella obra y el efecto textil que desarrolló Crispín Vayadares, perduren. Y me regocijo porque el fuego que alumbra mi corazón encendió otros corazones, resultando en que la pasión, excelencia y compromiso de cada uno de los colaboradores imbuidos en el libro hizo que ganara el Premio Nacional de Artes Gráficas como el mejor catálogo de arte impreso en 2023. No puedo estar sino agradecida con Dios, la vida y los amigos”.