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Hoy es el 50 aniversario luctuoso de Lucio Cabañas, profesor rural y líder del Partido de los Pobres, quien fue abatido por el Ejército mexicano el 2 de diciembre de 1974 en Tecpan de Galeana, Guerrero. Estudiante de la Escuela Normal Ayotzinapa —la de los 43—, es, junto con Genaro Vázquez Rojas, el símbolo de los guerrilleros que durante los años sesenta, setenta y ochenta enfrentaron con las armas a los gobiernos dictatoriales de México, Centroamérica y Sudamérica.
En Oaxaca hay un pintor, Dionicio Martínez , que no sólo egresó también de una escuela normal rural, la Mactumactzá de Chiapas, sino que en su juventud coqueteó con ser guerrillero, fue activista de la Sección 22 del Sindicato Nacional del Trabajadores de la Educación (SNTE), una de las fundadoras de la disidente Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE), y preso político en el penal federal El Rincón, del estado de Nayarit, por su participación en el movimiento de 2006 en Oaxaca, sino que también es quizá el único artista en su estado que siempre ha rendido homenaje a hombres y movimientos como los hermanos Flores Magón, Ernesto Che Guevara, Genaro Vázquez Rojas, la Liga 23 de Septiembre y, desde luego, Lucio Cabañas.
Desde hace meses, el artista oaxaqueño convocó y organizó una exposición-homenaje para Lucio Cabañas, invitó a varios artistas, pero sólo unos cuantos respondieron. Luego la presentaron en el Taller Rufino Tamayo de Oaxaca y después en el Tianguis Literario Autónomo y Popular (TLAP) con el fin de unirse al homenaje por el 50 aniversario luctuoso del guerrillero. Con Dionicio Martínez es la entrevista.
Pero primero un contexto que este reportero expone al artista: aunque existen en la actualidad diferentes movimientos sociales y culturales que enfrentan al poder establecido en Oaxaca, no se ve cohesión. En la entidad las constantes siguen siendo las injusticias sociales, la brutal inequitativa distribución de la riqueza, continúa siendo uno de los tres estados más pobres del país, la pobreza y pobreza extrema se mantienen casi intactas, los problemas entre comunidades que se asesinan por diferencias agrarias no ceden, el crimen organizado y el narcotráfico avanzan. Oaxaca ha cambiado de una forma radical, pero pareciera que para mal: su cultura está siendo prostituida. Se esperaba que después del 2006 sería diferente, pero no: la gentrificación y turistificación son brutales, no se sabe si las carreteras a Puerto Escondido y el Istmo y el corredor industrial y el tren de esta región van a beneficiar a todos o nada más a los grupos de poder económico y político de siempre.
— ¿Qué se necesita ahora en Oaxaca para empezar a cambiar realmente?
—Tengo la costumbre de desviar las preguntas porque me brotan las ideas. Como se sabe, el gobierno oaxaqueño de Salomón Jara Cruz gastó, incluso defendiendo el monto, 33 millones de pesos para la promoción de la entidad en el Festival Cervantino de Guanajuato. Para mí eso es una estupidez política. Ese festival ni siquiera es popular, es de élite. Yo como gobernador me hubiese arriesgado y dicho: sí, impulsamos las artesanías, las artes, pero estamos en un momento crítico por los huracanes, así que ese presupuesto mejor vamos a utilizarlo para los damnificados.
—La cultura es como el goteo del agua en una piedra, tarda, pero puede penetrarla, al parecer ahorita nada más tenemos a aquélla, la cultura, para enfrentar acciones como la que describes del gobierno morenista de Oaxaca. Ustedes lo están haciendo a través del TLAP, específicamente al evidenciar lo que pasa con la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO), la cual realiza para su beneficio económico una familia, apoyada siempre por el poder político en turno, ¿cuál es tu postura al respecto?
—El Congreso del Estado dijo ya que debe hacerse una auditoría a la FILO. De todos modos, para su edición pasada el gobierno les dio su lanita. En contraste, en el TLAP, los de Cabros Editores y el taller Cuche Jabalí pensamos en poner un módulo con la cooperación económica de todos nosotros: “si yo no tengo ni para el pasaje”, nos comentó alguno de los integrantes. Aun así hicimos nuestros talleres, como el de grabado en CDs a punta seca y el de papiroflexia dirigidos a niños y adultos.
Dionicio Martínez se encuentra sentado en la barra de la cantina La Laguna, un espacio legendario enclavado en un barrio bravo del municipio de Santa Lucía del Camino, donde él vive. Está tomando una cuba de ron matusalem a lo cubano: con agua mineral y un chorrito de coca cola. No se lo comento, pero recuerdo en ese momento que la cuba libre es un trago que como nombre nació en alusión a la independencia de Cuba. Ingiere sorbos con lentitud. Este artista es lo que podemos llamar un borracho profesional: toma por gusto diariamente, nunca se excede, como el escritor Eusebio Ruvalcaba (qepd) tiene una relación armónica, amorosa, con el alcohol.
La Laguna es su segunda casa. Si no es en su taller Cuche Jabalí, ahí se le puede encontrar siempre, entre vagos y pitonisas, usureras y alcohólicos, gente del bajo mundo al que de vez en vez se suman sociólogos de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) y antropólogos del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).
La exposición-homenaje a Lucio Cabañas consiste en 14 obras de artistas como Nereida Domínguez, Paco Orozco, César Elí García y Hugo Tovar, entre otros. Dionicio Martínez participó con cuatro óleos que le llevó meses crear. Hay uno que en especial le encanta. Cuenta el artista: “mi hijo estaba sosteniendo una lámpara de pilas y le tomé una foto. Alguna vez, yo estaba en una reunión muy aburrido, revisé mis fotos y me gustó aquélla, a partir de eso realicé una de mis obras, que me encanta, de veras me encanta”.
Pero el interés por los guerrilleros, los hermanos Flores Magón y movimientos armados del tipo son parte de una larga historia en este pintor oaxaqueño. “Cuando se cumplieron 30 años de la caída en combate del comandante Lucio Cabañas —platica—inicié la propuesta de una revista que financió la Sección 22. La intención era que en cada escuela de Oaxaca circulara para que conocieran la vida de aquél y de movimientos como el de la Liga 23 de Septiembre”. Rememora entonces que tiene una obra sobre un niño desaparecido, junto con sus dos hermanas y su madre, durante la Guerra Sucia, también que hay un oaxaqueño que perteneció a la Liga, quien es de Jamiltepec: “tengo la ficha técnica de la Dirección Federal de Seguridad en la que se apunta la calle donde vivía y se añade: ‘lo seguimos interrogando’”.
Comenta que siempre ha seguido esa misma línea, particularmente desde que fue alumno de la escuela normal rural de Mactumactzá. Luego recuerda que Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas estudiaron en ese tipo de escuelas, en la de Ayotzinapa, en específico.
—Sí, es una larga tradición que no ha desaparecido sino al contrario, está más que presente en México luego de la desaparición de los 43 de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero—se le comenta.
—Es una de las asignaturas pendientes. El intento del presidente Andrés Manuel López Obrador fue bueno, pero es muy difícil señalar al Ejército y a tal general. Eso nadie lo va a decir.
—¿Qué significa Lucio Cabañas hoy para los jóvenes?
—Ahorita ya nadie lo conoce. Los únicos cambios verdaderos, desgraciadamente, se dan a través de las armas. En México ha habido hombres que han querido tomar el cielo por asalto. Dieron su vida por un país más justo. Un amigo me comentaba que si hay un poco de democracia se debe a ese tipo de personas. El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, así que es necesario saber quiénes fueron Lucio Cabañas, Genaro Vázquez Rojas, Arturo Gámiz.
—¿Cuál es la propuesta entonces hoy para contrarrestar los abusos de poder?
—La voy a expresar así: hay un libro que editamos entre Pandemia Ediciones y Cabros Editores. Se llama Costa y es de Rodrigo Islas Brito. En él, este autor toca temas elementales de Oaxaca: el conflicto de 2006, la masacre de Nochixtlán de 2016, el cártel del despojo. Es una novela, pero basada en hechos reales. Estuve buscando en qué parte de ella se halla el punto álgido, y pienso que lo encontré: es en la que habla de Nochixtlán, donde narra de manera puntal lo que pasó, ahí está lo que proponemos como TLAP y cómo artistas comprometidos con luchas como la de Lucio Cabañas.
— Ya no hay una propuesta de armas pero hay una propuesta cultural aguerrida, ¿es así?
—Sí, sí. Son otros tiempos. En 1974, ante tanta tiranía, Lucio Cabañas convocó a los estudiantes de la Universidad de Guadalajara a secuestrar. Eso ahora sería de risa.