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Fotografía de Citlalli López Velázquez
Frente al grupo antimotines que resguarda el Palacio Gobierno hay lirios y nardos sobre las vallas metálicas tiradas al piso, una joven se acerca y les reclama, la secunda una y luego varias, sus voces exhiben la rabia, coraje e impotencia.
“Digánle a Jara que tienen bien pocos huevos, tanto pinche policía para una marcha de mujeres…”
Minutos antes miles de mujeres llegaban al zócalo después de una marcha para exigir justicia por las 218 mujeres asesinadas de manera violenta solo entre el 1 de diciembre de 2022 y el 7 de marzo de 2025, por las desaparecidas, de las cuales el gobierno no reporta cifras exactas.

Después de gritar por las calles su deseo de justicia y que el patriarcado caiga, llegan sobre el andador turístico al zócalo, mientras otras mujeres en distintas marchas caminan y gritan con la misma causa e interpelan a la sociedad a mirar la realidad de las mujeres.
“Señor, señora, no sea indiferente, se mata a mujeres en la cara de la gente”, “hay que abortar, hay que abortar, a este sistema patriarcal”, gritan y avanzan.
Entre ellas viene el “bloque negro” que a su paso rompe ventanas de algunos negocios y cientos de jovencitas de entre 16 y 23 años, mujeres adultas con niñas, estudiantes, maestras e integrantes de organizaciones que a última hora se unieron a la marcha.
Las integrantes del bloque derriban las enormes vallas metálicas que el gobierno instaló desde un día antes en la Alameda y luego las de Palacio de Gobierno. La respuesta viene de adentro, elementos de Seguridad Pública lanzan gas lacrimógeno contra las asistentes a la marcha en el marco del 8M.
La marabunta de mujeres corre, quienes están detrás se alarman, son obligadas a replegarse saltan sobre las vallas en medio del gas que sofoca, que provoca el ardor de los ojos y el llanto de algunas niñas.
¡Salomón feminicida! le gritan algunas al gobernador que ordenó vallas para proteger edificios y petardos de gases para ellas. Unas se reagrupan en la calle Alcalá y se animan: «no tengan miedo, quieren dispersarnos, a nosotras nos une la rebeldía y la injusticia, no estamos solas», comentan con un tono que delata la rabia y la ternura.

En Palacio de Gobierno dos chicas le grita a policías antimotines, mientras en las calles se escucha el ruido de las sirenas, hay policías por todos lados, vidrios rotos en algunos lugares, y cientos de denuncias de abuso sexual y otras violencias en las paredes. Una niña camina con su pancarta que dice, no dar la pensión también es agresión.
Este 8 de marzo en Oaxaca es de coraje y rebeldía, a pesar de los gases y sobre todo por eso, siguen gritando justicia por las que ya no están, por las violencias que las atraviesa, por la impunidad en los casos de feminicidios, por las violencias estructurales que cada año las obliga a gritar con furia. A pesar del discurso de transformación y los anuncios de una “primavera oaxaqueña”, la realidad, para las mujeres dice la organización GesMujer, sigue marcada por la impunidad en Oaxaca.