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Turistificación, el problema común en la ciudad

Fotografía: Adriana Chávez

Por Rocío Flores y Vidal Pineda

L as distintas iniciativas del gobierno de Alejandro Murat para reactivar la economía a través de la promoción turística y su continuidad en la actual administración, han logrado una transformación en la ciudad de Oaxaca aunque no muy positiva para la población local. 

Es un lunes del mes de abril de 2020, María se queja del ruido de una alberca que funciona en un hostal al lado de su casa, en el centro histórico, desde las 2 de la mañana hasta las 8 de la noche.  “No es  enorme, pero genera ruido todo el día. Por las noches,  los huéspedes del establecimiento se la pasan en la fiesta”, dice.

A ese ruido se ha sumado el ruido de los bares y restaurantes, el de turistas que visitan los barrios más céntricos de la ciudad desde muy temprana hora interrumpiendo el descanso de los habitantes. Es un ruido que se acentúa en cada temporada vacacional y especialmente en Día de Muertos debido al creciente número de turistas. 

Antiguas «fonditas» han desaparecido  y ahora se anuncian prestigiosos restaurantes con estrellas Michelin, donde un platillo de mole puede costar hasta 450 pesos.  Sus clientes también han cambiado, ahora son extranjeros, en su mayoría de habla inglesa. El ciudadano común tiene que caminar más cuadras para encontrar precios accesibles y comida de buena calidad. 

Cuatro años después, la ciudad se ha convertido en un enclave turístico, al parecer sin regulación. Casonas del centro histórico han cambiado de uso de suelo, de uso doméstico o residencial a turístico y comercial, sin anuencia o acuerdos de convivencia. Las autoridades del ayuntamiento pasado se negaron a hablar del problema, aunque se les insistió. Lo mismo ocurre con la secretaria de Turismo del estado Saymi Adriana Pineda Velasco y hasta con el gobernador Salomón Jara Cruz.

El gobierno del estado, en esta  idea de más promoción, más turismo, más dinero y “más beneficios”,  ha convertido la ciudad en una “máquina de crecimiento” donde es el turista y los inversionistas quienes estimulan los cambios en las formas de usar el espacio público y de vivir la ciudad.

Para hablar de esta transformación, en Oaxaca todos aluden a la gentrificación, el uso de esta palabra se ha generalizado y extendido, provocando intensos debates en espacios públicos y  redes sociales en las que exhiben el malestar por el uso comercial del espacio público común y la identidad para uso comercial.

La geógrafa y urbanista Mabel Yescas llama turistificación a este fenómeno que se vive en Oaxaca, cuyos efectos han sido una gentrificación turística. Como especialista en política habitacional, turismo y patrimonio cultural, ve importante diferenciar estos conceptos. 

Platicamos con ella para entender estos cambios. Nos explica que en términos generales para ella, lo que ocurre en Oaxaca es una turistificación, es decir el  territorio está planeado para atender al turismo y el efecto de eso la transformación de una zona residencial o dicho de otra manera una gentrificación turística. “Aunque este impulso al turismo no es nuevo, sino de la última década”.  

Mabel Yescas concluye que hubieron coyunturas como el realce a la gastronomía local, el auge en la producción del mezcal, la película Coco y la pandemia, las cuales permitieron su crecimiento, por ejemplo con el Covid mucha gente salió de sus casas buscando un espacio que no fuera tan costoso y a la vez atractivo. “Algunos se identificaron más con Puerto Escondido, porque lo que buscan es sol y playa dentro de esa gama de atractivos”

El efecto de las inmobiliarias 

Para la geógrafa el efecto de la turistificación ha sido una serie de acciones gentrificadoras con vertiente turística, por ejemplo, la especulación inmobiliaria, operaciones financieras para conseguir un beneficio exprés. La mayoría de estas acciones suelen ser a corto plazo, algo como comprar barato y luego vender caro, para decirlo sencillo.

El aumento de venta de inmuebles y rentas no solo está asociado a un tema de ofertas de espacios para  alojamiento temporal, o de servicio turístico, hay una especulación inmobiliaria que parece sacudir todo a su paso “Es una dinámica inmobiliaria que se está sobrepasando y está generando una segregación de grupos sociales más intensa”, dice Mabel.

“La escasez de suelo generó la especulación. Ahora se sustentan en una escasez en el alojamiento y eso hace aún más complejo todo este proceso. Hay un desplazamiento entre alojamientos: de uno prolongado a uno temporal”, apunta.

Mabel Yescas considera que la especulación se ha agudizado en Oaxaca por inversionistas nacionales que quieren captar ese capital a través del turismo; la idea es hacer el centro de la ciudad totalmente comercial, sea turístico o sea tradicional, advierte. “En realidad las rentas turísticas y las tradicionales son casi iguales, simplemente hay que ir a ver las casas en la calle de Mina,  están igual de costosas que en el contexto turístico”

—¿Quienes están impulsando eso?— le preguntamos. 

Yescas es directa. “Los propietarios, por eso yo también considero que en realidad los causantes de la gentrificación son los mismos oaxaqueños. Los que tienen una propiedad aquí son mayormente oaxaqueños. Quienes habitan (o habitaban) ahí no son precisamente de clase baja, sino personas mayormente herederas de familias antiguas o con poder adquisitivo que decidieron vender a otros de su clase o que tienen el poder adquisitivo para comprar sus vivienda”

“Podría decirse que los oaxaqueños son los impulsores de la gentrificación, porque son los dueños de las propiedades en el centro histórico”, reitera. Sin embargo, precisa que el  asunto de toda esta turistificación se sustenta en una política de Estado totalmente alineada a que la actividad turística sea el motor de desarrollo de la ciudad.

Desplazamiento por uso de suelo

La especialista ha estudiado por varios años el centro histórico y ve en esta zona una recomposición poblacional dentro de las mismas clases, donde el  desplazamiento es por uso de suelo, no tanto por gente de mayor poder adquisitivo como suele ocurrir en procesos de gentrificación.

“Yo planteo que el centro histórico está segregado. La parte norte muy enfocada al turismo y por la parte sur muy tradicional, dedicado a la población o a los que son transeúntes. No podríamos hablar de gentrificación como tal o literal en el centro sino que hay partes que sí pueden señalarse como gentrificadas y otras no, sino turistificadas”, comenta.

Mabel Yescas afirma que en los conflictos urbanos como en la gentrificación, hay guerras de clases y aquí lo que se está viviendo es un desmantelamiento de la calidad de vida de los residentes

La geógrafa advierte que muchos políticos o extranjeros están optando por irse a Tlalixtac  y a Huayapam o todas estas zonas menos habitadas, lo que motiva  la compra en estas zonas es el agua. “Quizá ahí sí podría decir que se está generando un desplazamiento entre clases sociales”.

Vivir, explotar, folklorizar y comercializar

Miscelánea, Acción Común, un colectivo que surgió después de la marcha contra la grentirificación, sostiene que el mayor precursor de  la gentrificación son los gobiernos. “Parece que no están viendo nada, pero están potencializando el turismo también  bajo la creencia de que es el motor de la economía. Llegan las personas a un territorio para vivir, explotar, folklorizar y comercializar”, coinciden sus integrantes.

¿Qué sentimiento les genera esta situación?

—A mí,  rabia— responde rápidamente Jazz.

—Es la primera sensación que siento, porque por siglos nos han quitado siempre algo, estructuralmente hablando. Siempre hemos estado subordinados de alguna u otra manera y ahora de pronto esto vale. Es una neocolonización, otra vez es: te invado tu espacio y otra vez vete por allá.