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Fotografía: Mario Arturo Martínez
Nacida en Santa María Huatulco, Oaxaca, como la quinta hija de siete hermanos, María Soledad Jarquín Edgar, cumple, este año, 40 años de carrera como periodista en la que ha acompañado decenas de casos y contado, a través de sus letras, las historias de las mujeres en Oaxaca y otras latitudes.
Soledad se mudó a la Ciudad de Oaxaca, donde creció como una aficionada a la prensa escrita. En entrevista, recuerda que, pese a que su padre y hermano eran médicos, ella creció, cautivada por los diarios. «Yo, desde muy niña, leía el periódico. Tenía como siete u ocho años y pasaba el voceador, del Carteles del Sur, del Panorama Oaxaqueño, de El Imparcial, que eran los periódicos de ese entonces y yo le rogaba a mi mamá que me comprara el periódico; una cosa rara», relata.
En la adolescencia, en el consultorio de su papá, leyó, en la Revista RM, leyó un artículo sobre las causas de muerte de los periodistas. «Y yo dije, eso es lo que quiero hacer», rememora. La decisión se reforzó cuando, a los 13 años, observó el quehacer periodístico durante la primera visita del Papa Juan Pablo II a la capital de Oaxaca. En tercero de secundaria, creó un periódico escolar y a la par de ello, recortaba sin parar cartones y artículos de los periódicos a su alcance.
Entre textos de Manú Dornbierer, Elena Poniatowska y Cristina Pacheco, decidió dedicarse al oficio de preguntar y escribir, aunque reconoce que el camino para convencer a su padre, no fue sencillo, finalmente, después de un año en el que aprendió oficios para la vida independiente, se mudó a Guadalajara, para estudiar en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Guadalajara.
Durante su formación académica, fortaleció sus habilidades de redacción y periodismo, tanto que, en cuarto semestre, apoyaba a los profesores a la revisión de los trabajos de otros estudiantes, incluso de semestres más avanzados.
Además de conocimientos periodísticos, rememora, también recibió clases de cine y diseño editorial. Al concluir su formación universitaria, a los 23 años, volvió a Oaxaca.
El primer texto
Sobre la primera vez que escribió para un diario en Oaxaca, apunta, fue para El Imparcial, con un reportaje sobre las personas que estaban en el asilo de ancianos municipal, el único que existía en la capital del estado.
Aunque conoció a mujeres con conocimientos e historias relevantes, asegura que sus relatos reflejaban una realidad violenta en donde el abandono, la violencia física y emocional estaba presente en la vida de los adultos mayores. Para fortalecer la información, señala, había que investigar y preguntar. Al texto, acota, agregó un poema de León Felipe. Su reportaje fue la nota principal de la edición siguiente del diario.
Sin embargo, el primer logro de Soledad no fue tan bien recibido por sus compañeros de oficio, quienes le dijeron: «queremos saber de qué estás hecha». «Estás saliendo de la escuela y tu idea es el romántico periodismo, nunca te dicen que te vas a enfrentar a la corrupción que sí se daba; a que cualquiera te daba un portazo en la cara porque no te quería dar la información y sobre todo, a la presión que yo no sabía que iba a tener», apunta.
Oficio de hombres

Las redacciones de los diarios tradicionales, eran enormes cuartos con máquinas de escribir en pupitres, uno tras otro. Los pasillos llenos de bolas de papel, de las notas que no llegaron a concluirse o que se desecharon por tener errores. El ruido del tecleo de las máquinas y de los reporteros escribiendo, era incesante, en esos espacios, se podía fumar adentro, mientras que, era muy común que los reporteros llegaran a trabajar en estado inconveniente.
Caminando entre hojas desechadas, Soledad compartía la oficina con otras dos mujeres, una reportera y una jefa de redacción, sin embargo, la presencia de los hombres era predominante.
Por ser mujer, cuenta, a ella le tocaban las fuentes de salud, educación y cultura, pues representaba riesgos menores y se hacía, entonces, «periodismo de estado», pues estaba prohibido evidenciar el actuar y omisiones del gobierno, la iglesia y el clero; los tres «intocables».
Pese a ser un ambiente dominado por la presencia masculina, Soledad leía de manera frecuente a mujeres periodistas que, aunque no tenían una perspectiva feminista, hacían un periodismo diferente.
¿Cómo fue tu transición informativa hacia el periodismo con perspectiva de género?
«Cuando yo empiezo a leer periódicos, en los años 70, estaba el auge del movimiento feminista en México. En 1975 se celebra el Año Internacional de la Mujer y en México, la primera Conferencia Mundial de la Mujer, durante el mandato de Luis Echeverría. Entonces, salían muchas cosas, pero con el paso del tiempo, la inquietud se fue durmiendo, absorbida por la manera tradicional en la que se hace el periodismo, además, en ese entonces, cuando yo empecé, no había mujeres en la función pública».
De 1990 a 1995 tiene lugar el resurgimiento del movimiento feminista. En ese lapso, Soledad conoció a Sara Lovera, periodista y activista mexicana, quien, estaba iniciando el proyecto de Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), fundada en 1988.
Después de ese encuentro en Oaxaca, CIMAC enviaba a Soledad un compilado por correo, de las notas que escribían otras mujeres. Soledad a su vez, fotocopiaba el material y lo compartía con otras mujeres.
Aunque los ánimos por el oficio se renovaron para ella, la precariedad histórica del oficio, propició que Soledad se dedicara a la función pública, en el área de comunicación, durante la gestión del gobernador, Heladio Ramírez López.
En esta oportunidad, Soledad, quien fungió como jefa de información y combinaba su labor con la maternidad de sus tres hijas, formó un equipo de mujeres. Durante su gestión, conoció a otras periodistas, con quienes compartió el entusiasmo por generar información desde una perspectiva menos oficial. Al término de su desempeño como funcionaria, en 1994, Soledad y otras periodistas conformaron la Asociación de Mujeres Periodistas de Oaxaca, de la que fue nombrada presidenta.
Tras su nombramiento, Soledad volvió a la prensa y comenzó a escribir sobre mujeres, sin embargo, tenía que cumplir con una cuota diaria de cinco notas «oficiales».
Recuerda que, durante su temporada laboral en El Sur, un periódico local, escribió sobre el aborto y el condón femenino. Sus textos provocaron el descontento del dueño y el director, que cuestionaron la labor de Soledad, quien renunció a su puesto.
En 1998, Soledad comenzó el suplemento, Las Caracolas, que se editaba en El Imparcial, dedicado a los contenidos de mujeres, que imprimió números durante 18 años, para reconocer que «las mujeres también son noticia».
La activista
Pese a su labor por reconocer el papel de las mujeres, el trabajo de Soledad era constantemente excluido y señalado. «Dejo de hacer ese periodismo dedicado a los señores, aunque me dijeron que no iba a tener reconocimiento y se iban a olvidar de mí. Yo pensé: esto es lo que quiero hacer y no me importa. Entonces la gente dijo: ésta ya no es periodista, es activista; me dejaron de enviar boletines y me excluyeron poco a poco», detalla.
En 2006, Soledad realizó una investigación sobre la violación a trabajadoras sexuales en Castañas, Coahuila, que le valió el Premio Nacional de Periodismo, en 2007. «Fue un trabajo muy difícil, muy duro para mí. De todas las violencias, la sexual es la que más me impacta, pero fue a través de Cimac, que viajé a Coahuila», comenta.
Antes, Soledad cubrió el caso de Pasta de Conchos, por lo que tenía antecedentes de la zona. Con el apoyo del obispo, recopiló las historias y testimonios de las víctimas y el fiscal de ese estado. Éste fue el primer caso en el que elementos del Ejército Mexicano enfrentaron un proceso penal civil. «Me fui un año y medio a Coahuila a darle seguimiento al juicio», precisa. Aunque en ese camino, en Coahuila se reconoció su labor, Soledad fue amenazada, al igual que servidoras públicas y activistas que acompañaban el caso.
Tiempo después, a su salida de Cimac, Soledad se dio a la tarea de recopilar la historia de las mujeres importantes para la historia de Oaxaca, que quedaron documentadas en el libro de su autoría «Mujeres de Oaxaca. Cada mujer debe contar su historia». Compilar la historia de cada oaxaqueña, para Soledad fue una forma de hacer periodismo.
Justicia para sol
En 2018, la vida y cotidianidad de Soledad cambió por completo. Su hija menor, María del Sol Cruz Jarquín, fue asesinada en un ataque armado en Juchitán de Zaragoza, en el Istmo de Tehuantepec, en donde también murieron la candidata a segunda concejal de ese municipio, Pamela Terán y su chofer, Adelfo Guerra.
El «crimen de estado», a casi siete años, no ha tenido justicia, por el contrario, ha estado marcado por la opacidad y arbitrariedad de tres fiscales y dos gobernadores.
La búsqueda incesante de justicia, por parte de Soledad, la consolidó como activista y defensora de los derechos de las mujeres, un camino en el que acompaña y se ha acompañado de otras madres, cuyas hijas son víctimas de feminicidio, quienes conforman el Colectivo Madres contra el Feminicidio y la Impunidad. «Te llevas la vida en esto, hay un desgaste en las madres, económico, físico, de salud, emocional, que nadie ve», reitera.
En su camino, las madres se enfrentan a la justicia a medias y «las migajas», asegura.
Conocida por su labor periodística y su respaldo en la defensa de los derechos de las mujeres, Soledad detiene su mirada en la sala de su casa, rodeada de fotografías de su hija María del Sol, a quien mantiene siempre presente y reconoce que, durante sus 40 años de trayectoria, cumplió «el sueño de una niña que nunca se equivocó, que tenía ganas de contar lo que le pasaba a los demás. Pero que en el camino, ese sueño y lo que le enseñaron en la escuela, se tuvo que transformar, porque entendió que hay seres humanos de cada proceso informativo y se trata de darle voz a los que no tienen voz. El periodismo de hoy, es un periodismo distinto».