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Día uno: La tranquilidad del fin del mundo

Por Rodrigo Islas Brito

Nueva York ha sido por antonomasia la locación ideal de las guerras del fin del mundo. Extraterrestres, monstruos, fantasmones, zombis y humanos se han cargado a la Gran Manzana en todos los universos imaginables, a través de todas las temáticas apocalípticas posibles. Día de la Independencia, Los Cazafantasmas , King Kong, Armagedón, Cloverfield, Godzilla, Soy Leyenda, El día después de mañana, Los Vengadores e incluso el once de septiembre del 2001 de la vida real , han dejado en la mente colectiva mundial la sensación de que Nueva York es un lugar en el que la destrucción masiva es una cuestión normal.

Un lugar tranquilo, día uno (EUA 2024) sigue esta estela de muy cinematográfico aniquilamiento y devastación. ¿Cuántas maneras pueden tener los neoyorkinos para correr, gritar, correr y terminar hechos polvo? El revulsivo y joven director Michael Sarnoski, se da a la tarea de tratar de encontrar unas nuevas , y de alguna manera extraña, íntima y hasta dolorosa, lo consigue.

Digno es recordar que la anterior y primera película del cineasta es Pig (EUA, 2021) aquella diatriba existencialista y antisistemica de un contenido, Nicolas Cage en el papel de un chef vagabundo que se lanza a la caza de aquellos que se llevaron a su cerda comedora de trufas. Donde lo que se anunciaba como una variación del método John Wick de vengate y extermínalos a todos, se decantaba por la puesta en escena de vidas condenadas a las que de manera irreversible la inexorabilidad de la ternura terminaba por tocar.

Algo similar ocurre en esta precuela Día Uno de la saga creada por el ídolo de The Office , John Krasinski, quien dirigió las dos primeras entregas, Un lugar tranquilo en el 2018, y su secuela en el 2020, y que aquí ha optado por colaborar lo menos posible, lo cual tal vez le permite a esta odisea de extraterrestres raptores, caníbales y ciegos, pero nunca sordos, profundizar verdaderamente en esa fragilidad e inevitable heroísmo que mueve a gente que lo está perdiendo todo y que quiere dejar de perder.

La oscarizada Lupita Nyong’o está soberbia como protagonista, enferma terminal de cáncer, que de repente se mira sorprendida haciéndole cabal frente a monstruos insaciables que caen del espacio exterior y empiezan a comerle las tripas a la gente. Impregnando a su personaje de una dureza sobrehumana que encuentra en su fragilidad su principal superpoder. El inglés Joseph Quinn llega a tiempo a su cita actoral con Nyong’o, y compone con maestría el shock, el miedo y esa valentía sacada de quien sabe dónde, que definen a su personaje estudiante universitario que definitivamente sabe nadar.

La fuerza y complicidad que los dos histriones logran conjugar en sus personajes es la que promueve el éxito final de la cinta. La que humaniza ese súbito amor total sin romanticismos que envuelve a dos extraños que recién se conocen y que tienen que importarse uno al otro para poder sobrevivir a tanto horror que los acecha.

A la ecuación se une un gato blanco y negro llamado Frodo que termina por aterrizar la veracidad terrenal que este blockbuster de desastres tanto busca. Schnitzel y Nico, los felinos que dan poderosa vida al tocayo del portador del anillo, deberían desde ya ser considerados para el Oscar al mejor actor de reparto del 2024…. Guarden este comentario. 

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