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Katherine Wong , Peace KAT, auténtica, sensible y reflexiva, una artista con una mirada definida por el arte y la arqueología, disciplinas en las que busca y representa sus inquietudes humanas, mediante el uso de símbolos o alegorías.
Kat nació en Kingston, Jamaica. Creció en Miami. Estudió Artes Plásticas en la universidad Brown en Providence. En su época de estudiante trabajaba de 10 a 12 horas en un taller. Si quería realizar una escultura de metal compraba, con el apoyo de su madre, todo el metal para trazar en él. No tenía limitantes. Se graduó con honores.
Tenía 21 años cuando comenzó a pintar de manera profesional, arte abstracto, cuadros como de 4x 5 pies. Todo con una enorme dedicación. Su primera pieza fue vendida a un coleccionista de San Francisco. Todo parecía ir bien, pero las cosas comenzaron a cambiar cuando tuvo su primer trabajo de medio tiempo.
“La vida a veces te aplasta la energía si la gastas trabajando en otras cosas, ya no es el mismo resultado. Cuando uno es muy joven no sabes lo que es la vida porque la tuviste muy fácil. Eso creo que fue lo que me pasó, vi que iba bajando la calidad de mi obra”, admite desde su estudio en Oaxaca, donde radica desde hace 30 años.
En 1991, la artista obtuvo una beca para estudiar arte precolombino en México. Después de viajar por varios estados de la República se instaló en Oaxaca, donde conoció al artista oaxaqueño Crispin Valladares, con quien contrajo matrimonio en 1993 y tuvo una hija.
Consciente de la energía y dedicación que se requiere en el arte decidió posponer su pasión. Aunque nunca dejó de explorar en la pintura, sentía y pensaba que un artista se tiene que dedicar al cien por ciento. “Yo no podía hacer eso y tener un bebé. pensé, voy a pintar a medias, y ni la familia ni los hijos”.
Kat se dedicó al cuidado de su hija y a las Relaciones Públicas de Vayadares. Un trabajo arduo que realizó durante al menos 27 años, hasta que Crispín Valladares murió en el año 2020.
Eso mismo ocurre en el trabajo de muchas oaxaqueñas que tienen su familia, sus hijos y tratan de pintar, hacen cosas pequeñas porque deben ocuparse de otras cosas, dice la artista, de ahí que considere que aún existe una discriminación que sigue limitando el desarrollo de las mujeres.
“Hay situaciones tan sistemáticas que si no tienes un apoyo especial es un ciclo vicioso que jamás se rompe. Es necesario apoyar el arte que hacen las mujeres, no necesariamente porque son las mejores, sino porque es necesaria una nivelación, y de ahí puede salir algo brillante».
La relevancia de las obras
A la muerte de su compañero, como un rito de duelo y en agradecimiento a la vida compartida, Kat diseñó un libro donde plasma el universo de Vayadares, cuyos temas son la libertad y el amor. Amor, después de todo, dice Kat, es la libertad máxima aunque estemos inevitablemente atadas a lo amado.
Su impulso por construir una obra que reflejara quien era como artista y persona Crispín Valladares, y en coherencia con la necesaria dedicación que para ella requiere el arte, la orientó en esa hazaña de conjuntar la calidad y el compromiso que quería para ese libro.
Kat pensaba y sentía que debía cerrar con gratitud un capítulo en su vida y a la vez mantenerlo abierto reconstruyendo su historia. Le imprimió a ese libro rigor y mucha dedicación. Su proceso ritualista fue como un proceso artístico en el que como ella misma dice, el artista pinta sin saber si su obra será relevante o no. Su libro lo fue, el compromiso de cada uno de los colaboradores hizo que ganara en noviembre pasado, el Premio Nacional de Artes Gráficas como el mejor catálogo de arte impreso en 2023.
Al final, dice la artista, las ataduras nos liberan para encontrar lo sublime en lo mundano, nuestra razón de ser. Kat se reintegró al arte casi inmediatamente después. En tres cortos meses preparó una exposición.
Antes, durante la pandemia por Covid-19, siguiendo el impulso de la conciencia, Kat pintó sobre el virus. Fue un momento importante en el mundo que casi ningún artista registró en Oaxaca. “Seguían con su mundo de ilusión, como todo el mundo, como si no hubiera pasado nada”, dice la artista de origen jamaiquino, y quien ve en la coherencia una cualidad importante. Aunque también admite, el mercado del arte no quiere eso.
Actualmente expone Papalote, en el Instituto Mexicano de Cultura en Washington D C junto a El Gozo de Vivir de Crispín Vayadares.
Kat despliega en esa muestra colores vivos en los que entrelaza personajes y escenas históricas de la China imperial, sobre todo de la dinastía Tang, a la realidad del México contemporáneo que ha aprendido a conocer desde hace más de 30 años, con esa curiosidad alimentada por la voluntad de conocimiento y comprensión del mundo que habita.
Papalote está lleno de simbolismos. Sus piezas son una exploración cultural e histórica, una fusión de elementos figurativos, abstractos y conceptuales en las que abordan temas de identidad y linaje familiar.
Kat irradia en su obra una cualidad similar a una rendición espontánea al curso natural de las cosas.