Rocío Flores/Fotografía: JLP
Oaxaca, Oax. A tres meses y cinco días del ataque contra normalistas de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, ocurrido el 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, en el que seis personas murieron y 43 estudiantes fueron secuestrados por la policía, las manifestaciones de protesta continúan. La exigencia y el grito de “¡Vivos se los llevaron, vimos los queremos!”, está latente.
Madres y padres de familia de los jóvenes secuestrados, en comunión con diferentes sectores de la sociedad, claman justicia todos los días sin descanso, a través de marchas, cadenas humanas, plantones, tomas de casetas y alcaldías en Guerrero, protestas en universidades, en espacios públicos, tomas de centros comerciales y manifestaciones artísticas –entre muchas otras formas– demuestran que Ayotzinapa vive y que millones de mexicanas y mexicanos esperan que la justicia llegue a este país, un lugar en el que los funcionarios cobran miles de millones de pesos al año y son incapaces de dar respuesta a esta masacre que resume toda la inseguridad e injusticia que padece México, el gran cementerio.
El ataque perpetrado por policías municipales –y, presuntamente–, federales y elementos del Ejército Mexicano coludidos con autoridades municipales, mostró la imagen de un país donde El Día de Muertos ocurre todos los días: decenas de fosas descubiertas llevaron a la superficie el dolor de cientos de familias incompletas por la desaparición forzada de sus hermanas, hermanos, hijas e hijos.
La masacre de Iguala originó en el último trimestre del año manifestaciones sociales en prácticamente todos los estados de la República Mexicana, en 43 estados de la Unión Americana, así como en Brasil, Uruguay, Argentina, Francia, Barcelona, Madrid,España, Alemania, Londres, Suiza, Noruega, Singapur, China, Bolivia, Japón, Rusia, Bélgica y Alemania, entre otros países, para exigir al gobierno federal la aparición con vida de estos jóvenes, cuyo único delito es aspirar a una mejor calidad de vida y educación.
El secuestro de los 43 normalistas de Ayotzinapa condensó el horror en México, dijo el escritor Juan Villoro en su reciente vista a la ciudad de Oaxaca, a propósito de la Feria del Libro: «este horror viene de décadas atrás, es una descomposición social que se ha ido fraguando desde hace mucho tiempo; ahora se ha condensado la indignación de todos, se ha visibilizado el horror».
Dos estudiantes de Oaxaca resultaron víctimas también de este ataque. Uno de ellos permanece en recuperación con la boca destrozada por un balazo que recibió, en tanto que los familiares de Christian Tomás Colón Garnica –el estudiante originario de Tlacolula de Matamoros– expresan su indignación por este crimen de Estado, responsabilidad de los tres niveles de gobierno por acción y omisión y han rechazado en continuas manifestaciones los informes de Jesús Murillo Karam, procurador de Justicia del gobierno mexicano.
El normalista oaxaqueño desaparecido en Iguala
Christian Tomás Colón Garnica, informaron sus familiares, es el quinto y último hijo de una familia humilde que se encuentra establecida en la colina Dubil, en la periferia de la ciudad de Tlacolula de Matamoros, Oaxaca. Salió de su casa hace casi cuatro meses con la ilusión de convertirse en profesor de educación primaria para poner sus conocimientos al servicio de la clase más necesitada de esta sociedad mal gobernada por políticos corruptos que están al servicio del crimen organizado y de los dueños del dinero, de quienes roban la riqueza del País.
Christian, al igual que los otros 42 estudiantes secuestrados, tiene su historia: una familia que lo reclama y que se niega a aceptar la versión del gobierno del presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien dice que su hijo está convertido en cenizas. «Es la forma en que el Gobierno pretende callar nuestro dolor, pero no la aceptamos», manifestaron a través de comunicados, en espacios radiofónicos y en las calles de la ciudad de Oaxaca donde, pese al cansancio, han protestado en innumerables ocasiones con un sólo reclamo: la presentación con vida de los 43 estudiantes.
A las protesta de los familiares de Colón Garnica y de los 42 normalistas de Ayotzinapa que a tres meses continúan sin ser presentados, se han unido otras familias de diferentes estados de la república. «Entendemos su pesar, la rabia que tienen de no encontrarlos, no están solos, porque sabemos que con nuestros hermanos, hermanas, también se va la familia, no hay festejo en nuestras vidas, siempre está una silla sin usar, nos faltan 43 y más”.
“Ayotzinapa/ aguanta/ Oaxaca se levanta”, “Por Ayotzinapa/ huelga nacional”, “26 de septiembre no se olvida/ es de lucha combativa”, “A las normales rurales/ las quieren desaparecer/ nosotras con lucha y sangre/ las vamos a defender!”, “Esta embestida/ no se detendrá/ si no nos vamos todos a la huelga nacional”, “Ahora/ ahora/ se hace indispensable/ presentación con vida y castigo a los culpables”, “Ayotzinapa vive/ la lucha sigue”, “Vivos se los llevaron/ vivos los queremos”, “De Norte a Sur/ de Este a Oeste/ ganaremos esta lucha/ cueste lo que cueste”, “Dónde están, dónde están/ nuestros hijos dónde están” gritan en México las madres y los padres de los estudiantes que esta noche, la última del año, también gritarán: “Vivos se los llevaron/ vivos los queremos!”, porque Ayotzinapa sigue pendiente y faltan 43.