Foto: Poe
Todos los cuerpos somos cuerpos contenidos, dice Lukas; no obstante, en su vida diaria deconstruirse es una constante.
Él es antropólogo, bailarín, modelo, actor de performance, trabajador independiente en el sector de las artes interpretativas, pero dice que Lukas es simplemente alguien que hace lo que quiere, lo que le hace feliz, “es alguien que constantemente se está reinventando y eso me gusta”. Y en ese proceso siempre se está empoderando, siempre se está descontendiendo.
“Si alguna vez decido nunca más bailar, me contengo” –dice Lukas–, “pero no creo” –rectifica sonriente. Sabe que eso es poco probable porque su vida está construida en parte de esa fuerza, ese ritmo y la adrenalina que el movimiento del cuerpo y el lenguaje de la danza le ofrece cada día para descontenerse, para mostrarse al mundo, silencioso y sonoro, mudo y escandaloso. Es la manera que tiene Lukas de comunicarse con su entorno, a través de sus performances.
Lukas Avendaño nació en 1980 en el Istmo de Tehuantepec, lugar donde estudió hasta la preparatoria. Desde ese entonces, cuenta, “hacía lecturas dramatizadas, pero hasta que llego a la universidad en el 98 es cuando la gente empieza a decir que hago performance. En el 2000 empiezo a hacer piezas y a la vez a tener más cuidado en los elementos, es cuando inicio formalmente a hacer performances”.
Egresado de la Universidad Veracruzana, sede Xalapa como coreógrafo-bailarín y de la carrera de antropología, Lukas es un profesional con un conocimiento integral de la danza y de su entorno istmeño, de donde surgen con una mirada critica e irreverente algunas de sus piezas, como la recién presentada en su ciudad de origen, Madame Gabiá, o Vientos del Sur, Réquiem para un alcaraván, por mencionar algunas.
Con una experiencia acumulada con grandes maestros de la danza –no sólo del país si no del extranjero–, Lukas Avendaño tiene un absoluto control del espacio escénico, una rigurosa disciplina que ha afinado su principal instrumento de trabajo: su cuerpo; de ahí que cualquier movimiento, el más leve, de cabeza, torso, manos, brazos, piernas y pies, son específicamente estudiados y controlados, refiere Gerardo Valdivieso en un texto en ElPAIS.com.
En sus piezas incorpora la lectura poética, su experiencia en la danza butoh y, recientemente, gracias a su formación antropológica, ha retomando elementos de lo que él llama “la estética istmeña”.
Sabe que en el campo del arte el fenómeno de la interdisciplina es clave: «Creo que he estado en este fenómeno de la transdisciplinariedad en los proyectos que he trabajado. Generalmente he estado vinculado con gente de muchas disciplinas; por mi propio proceso pienso que existe la necesidad de vincularme con gente así. He experimentado también como modelo para dibujo y pintura en España, para fotografía. Participe en un cortometraje llamado Sobre el Tablao… Recientemente en el elenco de un vídeo de Edson Jair Caballero que se llama Atempa” .
De su experiencia como antropólogo dice que básicamente la reflexión ha estado enfocada sobre la cultura del Istmo, la zapoteca, la identidad, el patrimonio edificado y el patrimonio interiorizado, (danzas, tradiciones, música, sistema de creencias, sistemas rituales). De este entorno rescata elementos para la configuración de sus performances más recientes.
A partir del 2010 decido retomar la estética istmeña, al realizar una pieza titulada Vientos del Sur, que fusiona la danza balinés, la danza contemporánea y la danza tradicional tehuana. Empiezo a jugar con elementos como la máscara, las trenzas, la enagua. Siempre con el torso descubierto, porque me interesa que el público no piense que es un chico que quiere ser chica, sino que es un chico con enaguas. Siempre que tengo enaguas estoy con el torso descubierto”.
En 2012 presenta Réquiem para un alcaraván, en el que ya incorpora estos elementos conceptuales regionales.
Antonio Prieto Stambaugh escribe en su texto Performance y representación: “Lukas Avendaño es el único performador mexicano que aborda en su trabajo la explosiva confluencia de género, sexualidad y etnicidad. En Réquiem para un alcaraván su corporalidad andrógina reta al espectador a enfrentarse con sus prejuicios y estereotipos frente al otro: homosexual e indígena”.
Lukas reconoce que anteriormente se había negado ha retomar estos temas por temor. Sentía que no tenía la madurez y no quería caer en el cliché o en el folclorismo, eso me hizo resistir por mucho tiempo a trabajar con la estética istmeña y mis propuestas eran con temáticas más globales, también por un cierto temor a que reconozcan el folclor antes que mi trabajo. No quería que fuera visto como parte de lo que llaman la Fridomanía y que dijeran: ¡ah! este viste como Frida ¡vamos a verlo!
Ahora que ya empecé a madurar y reflexionar sobre ciertos procesos y a reflexionar sobre mí, empiezo a checar esta parte porque siento que ya soy. Sin problemas, sin mayor pretensión. No significa que ya sea un cuerpo descontenido, deconstruido, no. Después de varios procesos esta es mi cotidianeidad, me despierto y me deconstruyo, me reinvento, me descontengo.