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Rock mazateco

Foto de portada: Vidal Pineda

Ahí iba, impecablemente vestido, caminando en el año 2007 por un pasillo de la Central de Abasto de la ciudad de Oaxaca con mis huaraches mazatecos, mi camisa de manta de Huautla de Jiménez con hongos alucinógenos bordados con hilo azul rey  y mi pantalón Levi’s 501 de fayuca.

No fashion ni cool ni hípster ni pendejadas así, sino espontáneo, quizá pop, tal vez medio roquero.

Vamos, me sentía Billy Joel cantando en las calles sucias de la ciudad: 

¿Qué hay de malo con lo que yo visto,

no te das cuenta que tu corbata está muy ancha? 

Tal vez debería conseguirme una camisa de cuello alto

y darle la bienvenida a la nueva era del Jive

(Corbata ancha en alusión a la persona apretada, presumida; Jive en referencia a la época dorada del jazz y los principios del rock en los años cincuenta).

En eso andaba, cuando escuché claramente lo que un chaval le dijo al otro:

—Mira, son los auténticos huaraches mazatecos.

Me inflé, más porque los chavales eran vendedores de huaraches, aunque me extrañó un poco que se sorprendieran tanto porque los había adquirido ahí mismo, en el puesto de una doña que espero se haya rehecho después del incendio del 27 de mayo de 2020.  

La camisa alucinógena, por su lado, la había comprado en el mercadito de la tierra de los chamanes naguales en el año 2005, un sitio fantástico donde sonaban las rolas populares de las ciudades, pero interpretadas en idioma mazateco.  Estaba confeccionada y coloreada con tal calidad que, casi hecha jirones por el uso, no perdía la forma ni el azul rey intenso. 

Y el 501 lo había bisneado en un tendido de un chaval al fondo de la Central de Abasto oaxaqueña, de esos que me recordaron al Tepis más clásico de los ochenta.

El Tepis de los ochenta, sí, cuando en una parte del mercado de ropa usada ubicado en el fondo del barrio bravo vendían los Sergio Valente y los Jordache americanos con los que se surtían los clasemedieros chilangos, arriesgando el físico y la mercancía, fuera con los raterillos de siempre o con los judas que circulaban en autos ‘chocolate’. 

Tiempos entre fresas y cabrones en el entonces Defe en que el roquero aquel ironizaba y advertía: 

¿Dónde has estado escondido últimamente, cariñito?

Actualmente no puedes “mal vestirte”

sin gastar un montón de dinero.

Todos están hablando de ese nuevo sonido 

curioso, pero sigue siendo rock&roll para mí

El inicio de una década en la que unos años después surgieron los bazares creados y atendidos por hijos de actores de televisión y políticos —“los pusimos a trabajar para que supieran ganarse la vida”, dijeron sus padres, pero, claro, pronto estuvieron ahí sus empleados y la historia fue otra—, como el de Lomas Verdes, Edomex, y luego el del Hotel de México —hoy World Trade Center—, allá en la colonia Nápoles, donde vendían los mismos Sergio Valente y los Jordache, pero más caros y en un ambiente sin riesgos, “entre autos, moda y rocanrol” y  “niñas bien” cantando como Madonna y Flans.

Es decir, los mitos y fantasías de los clasemedieros mexicanos —como diría el sociólogo Gabriel Careaga—, que ni por casualidad imaginaban lo que Billy Joel evidenciaba en ‘Sigue siendo rocanrol para mí’:

Deberé conseguir unas llantas anchas de aro blanco

“¿Qué, vas a ir a pasear a las calles populares del centro?

Lo ardiente del ritmo funk, lo crudo y neto del 

punk, aunque se considere basura vieja,

sigue siendo rock roll para mí

¡Aaah!, y no importa lo que digan en los diarios

ya que siempre ha sido la misma vieja historia 

(La llantas de aro blanco de los cholos; el paseo por las calles como recuerdo de que los jóvenes estadounidenses de todas las épocas acostumbran circular en vehículos de moda como diversión).

Las paradojas de una década que parece nunca se ha ido, que incluso regresa remarestizada. Mis años ochenta de chaval, entre marxista y algo que después supimos llamaban posmodernidad, de estudiante ceceachero y de la carrera de Comunicación y Periodismo en la UNAM. Un tiempo en que también hice mi primer viaje a Huautla de Jiménez, compré los hongos alucinógenos en la casa que fuera de María Sabina, pero que entonces  empezaba a ser coto de su nieto Filogonio  —quien después se volvió posmoderno—,  y que no consumí, aunque pude traerlos a mi casa de la ciudad de Oaxaca porque viajaba en autobús de gobierno, lugar donde, por cierto, se pudrieron en su envoltura de hoja de plátano sobre la mesa de la cocina.

Luego, al final de esa década y durante los años noventa, en México, al mismo tiempo convivírían la fresez que anhelaba el “estilo de vida americano” y  lo que empezaba a vislumbrarse como la fresez del progresismo. Un trance que, por incréíble que parezca, Bily Joel bosquejó en su rola de marras:

¿Qué tal un par de alpargatas rosas,

y unos pantalones brillosos color naranja?

Podrías ser un personaje aristocrático de etiqueta, lindura

Estas a medio camino solo tienes que intentarlo y ya

No malgastes tu dinero en bocinas modernas,

tienen más alcance unos zapatos tenis de paseo

Unos 14 años después, el 19 de diciembre de 2021, incentivado por el “Oaxaca de moda”, Levi’s México lanzó su colección Draco con pantalos con bordados mazatecos y abrió su tienda en el portal de Clavería, vuelto Marqués del Valle en la década de 1940, y el periodista Vidal Pineda pasó por ahí y al verlos escribió en su cuenta de Facebook:

— ¿Ya checaron la nueva «mercancía cultural» de liváis?

Qué pasó, los Levi’s originales son los de los puestecitos de fayuca de la Central de Abastos —, antes pondríamos “sic”, pero aquí prefrimos decir que así le dice el pueblo, y en este sentido la RAE vale madre—, le comenté por mensaje privado, y luego puse en YouTube “Sigue siendo rock and roll para mí”.

También recordé que unas semanas antes vi sobre la calle Valdivieso del centro de la ciudad de Oaxaca a chavos y chavas de la tienda Levi’s publicitando la franquicia con aires de “Me Up Before You Go-Go”, de Wham!

En el affaire estuvieron involucrados chapulines, hormigas  y otros insectos comestibles, según una de esas revistas de moda,  el colectivo Tlakolulokos, Mare Advertencia Lírika, la actriz Coty Camacho y etcétera. 

Aquí vamos a recapitular y especular un poco —con el perdón del buen Miguel Ángel Granados Chapa— y referir algunos temas que en otros tiempos eran impensables: 

—Mi reclamo irónico a Vidal fue porque los Levi’s de fayuca son los de verdad, arriesga uno el físico por conseguirlos y son unos ‘pantos’ históricos, representan parte de la historia del siglo XIX de EU y, muy problamente, haya en ellos el vaquero con origen mexicano.

—En la esquina donde está la tienda Levi’s del centro de la ciudad de Oaxaca, en los años ochenta, se reunían los chavales—que ahora han de ser adultos mayores— de la llamada vallistocracia: daban vueltas en sus autos de moda. Uno de ellos puede ser el propietario de esa franquicia.

—Ahora ya no solo la clase media, sino también la clase alta está yendo a lo popular, al pueblo, a lo indígena, a la Central de Abasto, en pos de quién sabe qué madres.

—Ahora ya no solo la clase baja, sino también los indígenas están yendo a lo alto: a los Premios Grammy.

—La rapera zapoteca Mare Advertencia Lirika gana gramys por su participación en el álbum “Un canto por México”, de Natalia Lafourcade. Se “mal viste”  para ser ‘cool’, posmoderna o “progresista”, aunque apoye las tranzas Levi’s.

Imagino  a Billy Joel volteando, sonriendo, cerrándonos el ojo  y diciéndonos: todo “sigue siendo rock&roll para mí”.

Los oportunistas son lo de hoy. Lo han sido siempre.

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