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El rock mezcal de Replika llega a «Ciudad Monstruo”

A las cinco de la mañana de un día después que la subieron a YouTube, suena a todo volumen en mis audífonos “Ciudad Monstruo”, la nueva rola de la banda oaxaqueña Replika, integrada por el 09, Oglak, Gabriel Pérez, Francisco Guzmán, Honorio Ramírez, Caro Ocampo y, desde luego, Ernesto Flores Gaitán, director y creador de la banda, además del concepto y el logo.

Prende como trago de mezcal. Tiene fuerza, potencia, energía. Sabe a barreta —como diría el productor Luis Méndez sobre el aroma de un tobalá cosechado en Sola de  Vega—, a metal, grunge, punk, “a todo lo que se llame rock”.

¿Será mi voz?/ ¿Será mi piel?/ ¿Será mi almohada?/ ¿O qué será?/ Voy a bajar del cerro/ olvidar que soy pequeño/ dejar de ser persona/ y convertirme en leyenda

Quiero ir a Ciudad Monstruo/ donde no hay/ vivos ni muertos/ dejarle el resto al tiempo/ conocer el vicio/del momento

Se imponen los alaridos de Caro Ocampo. La transición inicial pone tan chido a uno como aquel sábado que, tras un pulque y una guamita, se oyó tocar a la banda en el foro del Tianguis Cultural el Chopo de la Ciudad de México, cuando sus rolas subieron el calor a 52 grados, igual que un espadín de Yautepec o Ejutla de Crespo o Santa Catarina Minas.

Precisamente el día que se entrevistó a la vocalista de Replika.

El alma de la agrupación es y ha sido Ernesto Flores Gaitán. Él la fundó, también generó el concepto y por si fuera poco creó el logotipo del nombre. La ha mantenido a toda costa, incluso tiene en la mira un nuevo enfoque. Pero por razones de falta de sincronización en esta ocasión la charla es con la vocalista Caro Ocampo.

A Oaxaca se le da el punk

En la explanada del metro Buenavista es de rigor echarse un pulquito con la punketa apostada por ahí con su pet de 10 litros. 

Luego viene el desmadre del Chopo sobre la calle Aldama, donde se mezclan playeras estampadas, chamarras de piel, discos de vinil, libros viejos, las imágenes de Morrison y Lennon, Nirvana y Gorillaz,  pregones irreverentes, lleve su motita, los abuelos del rock, la disímil chaviza que releva, puestos de skaters.

No alcanza para una patineta retro de a 2 mil varos, pero sí para el número dedicado al punk de la revista Generación, la del finado Carlos Martínez Rentería. El pulque pega y ahí está la chelería-lonchería para seguirle: personal pesado, pero alivianado. Caguamas y caguamones, suena “Urgent”, de Foreigner. 

Se avanza al fondo. Replika está arriba del escenario, banda variopinta espera inquieta, Caro Ocampo toma el micrófono y dice: “ no se vayan, tocamos chido”.

Porque Oaxaca está de moda, se piensa que su población vive como en guelaguetza de auditorio turístico. No es así. El estado es uno de los tres con mayor pobreza económica del país y sortea diariamente la explotación indiscriminada de los grupos de poder, entre el racismo y el clasismo, la derrama económica para hoteleros y restauranteros y la gentrificación rapaz.

Por eso se le da el punk y el metal. Por eso el rock mezcal de Replika.

—Por su rebeldía histórica, como que a Oaxaca se le da el punk, ¿no crees?

—Está muy escondida la escena. No hay espacios ni cultura del toquín, aunque hoy está agarrando un poquito de fuerza.  En la ciudad hay mucho metal y mucho punk, pero son de un tipo distinto porque las actitudes de revolución son comunitarias aquí. 

Alas de hada y otros performances

Cuando inició la pandemia, Ernesto Flores Gaitán pegó carteles en diferentes puntos de la ciudad de Oaxaca para convocar a músicos sin experiencia de entre 17 y 21 años. Iniciaron en 2021 como banda de cóvers para generar dinero, comprar su equipo y darse a conocer. De ahí viene su nombre. Tocaron en eventos y  bares. Fue en una fiesta de halloween, frente al panteón general, donde presentaron por primera vez canciones propias.

Su primer concierto formal fue en el bar Convivio. Luego los llamaron de la CdMx para abrir una tocada de Sam Sam en Naucalpan.

Nos tomamos el trabajo en serio, platica Caro Ocampo. Replika es todo menos réplica. El nombre tiene una connotación irónica: es genérico, lo distingue una k y va sin acento,  le atribuimos el valor de que siempre tenemos algo qué decir y siempre estamos haciendo ruido. Somos una banda ecléctica, cada uno performa un personaje, aunque no explícitamente, a excepción del bajista y el guitarrista solista, que sustituyen sus nombres reales por el 09 y  Oglak. En el escenario, somos desdoblamientos de nosotros mismos, pero exagerados: las alas de hada, los disfraces, son una pantalla para jugar a cumplir los sueños de hacer música al tiempo de sacar de onda a la gente. 

Ombliguismo cultural

—Es necesario salir de la zona confort, evitar el ombliguismo cultural,  ¿no crees?

—Es muy triste.  En Puebla, nos entrevistaron y aprovechamos para quejarnos. Alguien nos decía que no entendía por qué nos quejábamos, si Oaxaca es capital cultural. Sí —respondimos—, pero nosotros no somos esa cultura que consumen los turistas, esa explotación de un producto místico, de venderlo hasta el cansancio y reducirlo a mercancía, esas tradiciones que tanto llaman la atención de quienes creen que Oaxaca es un paraíso chamánico.

«Las bandas independientes de rock estamos fuera de eso.  A los turistas no les interesa vernos, ni la cultura. Les importa seguir con su fantasía y consumir, creer que son diferentes y que han encontrado la paz y son seres más iluminados por convivir con nosotros”, plantea Caro Ocampo.

Oaxaca es capital cultural, pero por lo que “es explotable y genera dinero”, precisa. Al gobierno no le interesa apoyar lo que no puede manejar, y el rock, la música independiente en general, es parte de ello.

De ahí que, si se toma en serio el ser músico,  sea necesario salir de nuestra zona de confort, aunque suene “un poco malinchista eso de a güevo querer ir fuera de Oaxaca”. Porque, además, “por el interés artístico que tenemos y porque creemos que lo que decimos es importante, debe ser una prioridad que más gente nos escuche”. 

Hay que salir, regresar y construir espacios en Oaxaca. El público, por su lado, tiene que pensar que lo que hay aquí vale tanto como lo que existe en las grandes ciudades. Debe estar dispuesto a consumir lo local, nuestro material, nuestras tocadas, apunta.

Por su parte, en el Chopo, en la Ciudad de México, igual tienen que dejar de pensar que son el centro del mundo, “porque también hay discriminación hacia los que vamos del sur. Sufren de lo mismo, se creen mejores. Deben quitarse prejuicios y aceptar a bandas pequeñas”, sostiene.

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