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“La idea que tiene el pueblo mexicano de Estados Unidos
es contradictorio, emocional e inmune a la crítica;
es una imagen mítica”
– Octavio Paz
“No tengas tanta prisa por condenar a una persona
porque él no hace lo que tú haces,
o piensa como piensas o tan rápido.
Hubo un tiempo en el que no sabías lo que sabes hoy.”
– Malcolm X
Por Miguel Martínez
El Centro Histórico. Una calle vacía a medianoche. Dos partes se cruzan. Una mirada fugaz.
Un hombre soltero con piel oscura muestra dos dedos medios a los otros hombres, más claros que él. El silencio de la medianoche. Luego, la distancia. Resuenan los gritos alcistas y los epítetos de “gentrificadores”, “apropiación” y “turistas”.
Los dos amigos se detienen y se miran fijamente. Uno le explica al otro cómo el “rebelde” con uniforme punk les señaló con el dedo al pasar. Explica que no lo mencionó porque estaban borrachos y no querían problemas. Hablaban en inglés, por lo que el punk probablemente asumió que eran turistas y no residentes. Ahora les grita desde lejos, lanzando consignas y palabras clave que hoy en día pasan por protesta. Esta es una historia verdadera, y realmente sucedió en mayo del año pasado.
En noviembre, me senté en un parque cercano con un amigo. Mientras hablábamos, miré
hacia abajo y noté las palabras “Ataque a un Gringo” garabateadas en el cemento. Y aquí y
allá, de vez en cuando, el graffiti de “Gringo Go Home,” “Fuera Blankkkos,» “Odio al Gringo”
o “Fuck You Gringo.” Los efectos gentrificadores del turismo, la comercialización de la
cultura, la crisis inmobiliaria, la internalización de guerra y revolución, y las generaciones del
«yo primero”, todos reducidos y empujados a través del estenopeico de algoritmos políticos
neoliberales que hoy pueden disfrazarse de anarquismo o resistencia.
El descontento acumulado, la abyecta impotencia, las consecuencias imprevistas, la falta de
ancianos y ancianas, la petrificación de la memoria política. Todo esto llegó a un punto
crítico y quedó en evidencia hace un año en los eventos del 27 de enero de 2024 y
posteriores. Ese día, una “marcha calenda”, promocionada como “Oaxaca Para Los
Oaxacos”, cuyo cartel adornaba una representación digital de una figura de piel prieta,
enmascarada y sobremuscular. Quizás un superhéroe o la mascota del equipo. El cartel,
que circuló en las redes sociales, decía “NO GRINGOS NO BLANKKKOS” y
“DEFENDAMOS OAXACA.”

La calenda se abrió paso por el Centro Histórico, con manifestantes pintando con aerosol
sentencias como “Pinches Gringos Encarecen La Vida En Oaxaca,” “Odio Al Gringo” y
“Que Te Jodan Gringo”, junto al más tradicional “Viva la Autonomía de los Pueblos”. La
marcha se detuvo, no frente a McDonalds, ni a Walmart o Dominos, sino frente a un
restaurante independiente de Medio Oriente dirigido por una ciudadana israelí- estadounidense que radica en Oaxaca. Mientras la gente comía adentro, los manifestantes pintaron con aerosol “Israel Estado Asesino» y “Palestina Vive» en las paredes exteriores del restaurante, cantando “El Que No Salte Es Gringo» y “Fuera Gringos de Oaxaca; ¡Fuera!” Una táctica de intimidación y ataque premeditado no sólo contra el bienestar material y emocional de una mujer local, sino contra todo el personal empleado en su restaurante.
Los manifestantes se marcharon y continuaron protestando, cantando y pintando con
aerosol, terminando en el Zócalo, donde la protesta fue interrumpida por la intervención de
la policía y la detención ilegal y la posterior tortura y vigilancia de seis de los manifestantes.
Días oscuros, por cierto.
Cabe señalar aquí que muchos países modernos reconocen el tipo de acciones emprendidas por los manifestantes del 27 de enero como crímenes de odio (contra una minoría visible, “los gringos», que ciertamente están en Oaxaca). Se puede llamar censura a la legislación sobre delitos de odio, pero personas subyugadas de todos los orígenes en esos países han luchado para disuadir los discursos y expresiones que históricamente han convertido la xenofobia en persecuciones y los juicios en violencia. Además, este tipo de persecución ha venido tradicionalmente de campañas sancionadas por el Estado, por lo que la pregunta es: ¿cómo se manifiesta en manos de los llamados activistas
La propagación y dispersión pospandémica de los nómadas digitales, la venganza del turismo, combinado con inflación económica, una grave crisis del agua, el desplazamiento de poblaciones locales y gobiernos que imaginan que esto es honorable. En otras palabras, la creciente situación y saqueo de Oaxaca. No es de extrañar que algo eventualmente cediera, que algo burbujeara hasta la superficie y se rompiera. Para bien o para mal, lo que parece comprensible se confunde y colapsa en lo que se considera digno. Para bien o para mal, lo que ha surgido está profundamente coloreado y retorcido por esa fachada y el empobrecido prejuicio que provoca.
En las semanas posteriores a las protestas, aparecieron una serie de grafitis en la colonia Reforma de la ciudad de Oaxaca. A un lado de la calle están pintadas las palabras “GRINGO YOU ARE A PLAGUE”, mientras que al otro lado está “ISRAEL = NAZISMO”. Lo que los autores graffiteros no parecen entender es que el deseo de referirse a un otrx cultural como un virus, algo inhumano y algo innatamente malicioso fue una de las características distintivas de las políticas del partido Nazi, tal como lo es en gran medida para los israelíes fundamentalistas en Palestina. En Oaxaca, la evidencia está escrita y no traiciona el prejuicio de la petite-resistencia. Lo revela, junto con la hipocresía y la ignorancia que conlleva todo prejuicio.
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