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Hay historias que merecen ser contadas porque se construyen o generan un tipo de esperanza, que no solo suele ser un sentimiento o una emoción sino una herramienta que orienta a la acción. Pienso que ésta es una de ellas.
Por Rocío Flores
Karla Confesor tiene 23 años de edad y es una de las millones de personas nacidas en los años 2 000, a quienes se les llamó la generación de cristal por una supuesta fragilidad emocional, hipersensibilidad y falta de iniciativa para participar en lo social.
La realidad de esa generación es distinta, al menos en Oaxaca, muchos colectivos de jóvenes lideran el activismo por el derecho a habitar la ciudad de una manera digna, por el derecho a decidir sobre sus cuerpos, por los derechos culturales y ambientales.
Karla es un ejemplo de eso, junto a 11 amigas y amigos de entre 23 y 27 años de edad tuvieron la idea de generar un espacio abierto para personas de sus edades comprometidas con el agua y el medio ambiente desde sus comunidades.
“Queremos romper esa estigmatización. Queremos que dejen de vernos como jóvenes que no participan”
La iniciativa de este grupo de jóvenes está basada en la participación voluntaria y horizontal y se rige bajo los principios que se practican en más de 400 municipios, pueblos y comunidades, de este estado: diversidad, autonomía, respeto, defensa del territorio y cuidado de la vida.
Una de las “cláusulas” de esta red es la asamblea, el espacio seguro donde se reúnen para compartir información.
La primera asamblea se realizó el sábado 20 de septiembre en la ciudad de Oaxaca. “Fue un éxito”, dice Karla, quien por cierto estudia la licenciatura en Ciencias Ambientales en la Universidad de la Sierra Juárez.
La consigna fue escuchar y conocer. Llegaron más de 70 jóvenes de varios municipios y comunidades, hablaron, compartieron algunos de los problemas que enfrentan, se agruparon en pequeños grupos con ejes temáticos muy específicos: agua y territorio, residuos, cambio climático, y experiencias y aprendizajes.
Escucharon cómo afecta la crisis climática en cada una de sus comunidades. “Con los resultados nos dimos cuenta de que si estamos al tanto de lo que sucede en el lugar que vivimos”.
Al principio se veían caras temerosas porque nadie se conocía, pero al final la vibra cambió y acordaron caminar juntas y juntos en busca de soluciones a los problemas hídricos y ambientales.
Nada de eso hubiera sido posible sin el apoyo del Foro del Agua, y colectivos como Ojo de Agua Comunicación y otros, dice Karla. Reconoce que las alianzas son necesarias. Estas organizaciones les apoyaron en convocar en otros municipios.
En esa asamblea de finales de septiembre fue donde oficialmente se conformó la Red juvenil hijos del agua. Ahora además de los 12 que iniciaron: Caribe Anahid, Jorge, Arturo, Jonathan, Naydelin, Nadia, Óscar, Abel, Eduardo, Ita, Mary y Karla, hay 70 participantes más.
Del primer grupo hay arquitectos, pedagogos, ambientólogos, maestros, ingenieros, agrónomos, pero para formar la red no es necesario tener una profesión, o saber de ecología lo importante es que tengan experiencia respecto al agua. “Y eso, la mayoría la tenemos», dice Karla.
“Lo que buscamos es generar el diálogo porque vemos que en Oaxaca hay pocos espacios de inclusión para jóvenes y muchos que lideran en el activismo ambiental, pero el problema, es que no se da a conocer todo lo que hacen” nos cuenta Karla en una entrevista.
Entonces, dice, lo que pretenden es que esos colectivos y líderes juveniles se acerquen para entre todos divulgar la información que están generando.
La información, es un tema central
Karla considera que entre las personas jóvenes y las adultas la información se obtiene de diferente manera. Habla por ejemplo de la tecnología de los memes como un medio para comunicar sus ideas de manera sencilla, atractiva, y con su respectiva dosis de humor.
También se refiere al arte y la cultura como vías de expresión. En cambio, dice, “las personas adultas son más formales”. Ella está muy consciente de que la brecha intergeneracional entre adultos y jóvenes, a veces limita sus posibilidades de expresarse.
“Incluso en nuestras comunidades se nos excluye por ser jóvenes”, comenta. Además, muy pocas veces se reconoce lo que pueden aportar. A pesar de eso, observa la necesidad y urgencia de trabajar en conjunto. “Necesitamos el conocimiento anterior, ver que más se puede hacer”.
Que las voces de las juventudes se escuchen
Según su informe publicado en su cuenta de IG, este colectivo identificó los principales problemas y riesgos que enfrentan en sus comunidades, entre ellos la sequía que afecta las cosechas, la comercialización desmedida del agua, la deforestación, los incendios forestales y la urbanización sin conciencia, y además coincidieron en que es necesario leyes firmes para proteger el ambiente y participación en espacios de tomas de decisiones, donde sus voces realmente sean escuchadas.


