La delegación de Juchitán muestra su fortaleza y su rebeldía
Suena el tambor, la chirimía, las bandas de música tocan en el auditorio chilenas, fandangos, un jarabe del valle o el místico jarabe mazateco; también se escuchan los sones istmeños como Guendanabani, La llorona, o La Martiniana. Huele a café, a piña, a mezcal y a incienso.
La gente de las ocho regiones de Oaxaca llegó a ese espacio también llamado Rotonda de las Azucenas para mostrar sus costumbres y su música en la octava de la Guelaguetza.
La delegación de Juchitán llegó de luto y entró a la pista gritando: ¡Juchitán de pie! ¡Juchitán vive! ¡Viva el Istmo!
Las mujeres vestían de negro, en memoria de sus muertos, las víctimas del terremoto de septiembre de 2017.
Esta vez la música de las velas y la regada d frutas no acompañó su ingreso. Los zapotecas del Istmo llegaron cantando Guendanabani, que en zapoteco significa La Vida.
Guenda nabáani xhianga sicarú ne gasti rú ni ugaanda laa, (cuán hermosa es la vida y nada hay que se le compare), se escucha en el auditorio. Las mujeres entran en silencio, como una muestra de respeto a quienes perdieron la vida en esa trágica fecha.
Juchitán ofreció ese son que reza, que llora y que grita, “si no sabes de amor, no sabes lo que es martirio”.
Los participantes dieron las gracias a México y al mundo por el apoyo y las donaciones recibidas. Luego ofrecieron la sensualidad de su baile en un fandango, un vals o un son de su región
¡Viva el istmo! gritan los hombres con fuerza. Juchitán es un pueblo que renace, y el zapoteco morirá el día que muera el sol, dice uno de ellos al micrófono, frente a unas 11 mil personas, que responden con sombrero en mano y alzando los brazos, ante funcionarios atónitos .
La delegación de Juchitán muestra su fortaleza, su rebeldía y su fiesta en la octava de la Guelaguetza.