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En su libro más reciente, Hambre de lumbre (Almácigo Ediciones, 2025), Liana Pacheco explora diversas motivaciones para la venganza, y cómo situaciones extremas llevan a sus personajes a ese recurso para darle sentido a sus condiciones de existencia, demasiado anodinas cuando no de intolerable sufrimiento. Así, la autora extrae a sus personajes de la cotidianidad agobiante para insertarlos en ámbitos cuya singularidad los torna extraordinarios, hasta ingresar en lo fantástico en al menos seis de los ocho relatos.
La venganza feroz de una madre de familia que, tras perder a su esposo y a su hijo, descubre envenenado al gato que le dejó su niño, es la historia que abre el segundo libro de cuentos de Liana Pacheco, autora nacida en 1986 en la capital de Oaxaca y que ha publicado el libro Dualidad de caos (Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca, 2022).
En «Fraccionamiento de acceso controlado», primer cuento del volumen Hambre de lumbre, la narradora inserta en el anodino espacio de un multifamiliar de clase media la terrible fábula de una mujer, Marcela, a quien la vida le ha quitado la razón de su existencia y se aferra a su condición humana mediante la mascota de su hijo, hasta que algún cruel vecino extermina al animal. El desquite que Marcela asume es de proporciones tan estremecedoras como la meticulosa descripción del método que elige para vengarse de un enemigo al que no puede identificar.
En «Mal de ojo», Liana Pacheco desenvuelve la historia de Felicia, hechicera de pueblo, y su hija adoptiva Begonia, cuya falta de olfato es compensada por su finísimo oído. Mujeres abandonadas a su suerte, empujadas al aislamiento, ambas sobrellevan su soledad lo mejor que pueden, hasta que Felicia descubre que, pese a los dolores que torturan su vejez, es incapaz de morir. La solución a ese desesperante problema decidirá la suerte de ambas mujeres en un final tan irrevocable como irrebatible.
En «Menguante lunar», la empleada Aranza trata de cumplir con las exigencias de su trabajo, para lo cual se apoya en la pretendida amabilidad de Jesús, un conductor de taxi. El individuo resulta un depredador sexual que secuestra a Aranza para atacarla. Sin embargo, la historia rutinaria de una de las numerosas violaciones que cometen choferes de autos de alquiler, da paso a una inesperada transformación de la protagonista, quien tomará revancha de su agresor.
«Obsidiana» es un breve ejercicio de narrativa fantástica en un escenario prehispánico, que le da un nuevo giro a los argumentos de dos ilustres cuentos latinoamericanos: «La noche bocarriba», de Julio Cortázar, y «La culpa es de los tlaxcaltecas», de Elena Garro.
Dos cuentos de intención muy diversa tratan en este libro el tema de la maternidad: «A-Mar» es una desencantada visión de la relación madre-hija, dirigida a demoler las convenciones del amor maternal y la identificación filial. Por otra parte, «Instinto materno» es una historia de horror en el que las prácticas filicidas de una gata y una mujer se entrecruzan para una inquietante celebración de tabúes relacionados con la crianza.
«La mano de Fátima» y «Malabaristas» son dos historias de acuciante realismo que retratan a niñas y niños víctimas de violencia. En «La mano de Fátima», Myrna, niña maltratada sin cesar por su madre, sufre una agresión sexual el día de su primera comunión y cree atravesar por una experiencia mística mientras se hunde en un delirio.
En «Malabaristas», Juanito tiene que ganarse la vida en los cruceros, explotado a sus cinco años de edad por su padrastro y su madre, mientras observa cómo su hermana menor es descuidada por ambos adultos. Al comprender que es imposible convivir en ese ambiente de creciente violencia, Juanito opta por una solución desmedida que los pone en fuga a él y a su hermana por las calles de la ciudad.

La pieza central del volumen, y su mejor relato, es la que da título al libro: «Hambre de lumbre» narra la obsesión de su protagonista por convertirse en una cocinera con fama y fortuna, mientras lidia con la monótona preparación de guisos en una cantina. En ese empleo conoce al señor Barajas, un seductor que la hace su amante y la somete a sus antojos eróticos, que incluyen tríos en la cama, lo cual la aleja del hombre.
Mientras su relación con el señor Barajas se marchita, la protagonista de Hambre de lumbre pierde el sentido del gusto, así como la capacidad para cocinar, por lo que en el bar la despiden. Tratando de hallar consuelo en su amante, la mujer se cita con él en su casa para someterse a un trío con una bailarina de table dance. Pero el encuentro acaba no sólo con el asesinato de la desprevenida profesional y del hombre, sino con la convicción, para la airada exterminadora, de que con carne humana puede confeccionar recetas exquisitas.
En el delirio caníbal subsiguiente, la protagonista prepara un plato que le sabe increíble y lo presenta al concurso de una chef televisiva, quien rechaza con repugnancia la porción que le da a probar. Al volver a su casa con el descubrimiento de que todo le sabe a tierra, la doble asesina es aprehendida por policías y llevada ante un abogado al que le narra sus peripecias, prometiéndole que en prisión se distinguirá en la cocina.
La violencia en las historias de Liana Pacheco puede involucrar elementos fantásticos pero surge de un entorno muy real en el que feminicidios, violaciones sexuales y abusos laborales de toda índole, incluyendo el trabajo de infantes en la calle, son la atroz normalidad en un país que se desvincula a pasmosa velocidad del bienestar para sus habitantes más vulnerables.
Contemplar las situaciones extremas que plantea la cuentista con la conciencia de que estos «sucesos extraordinarios» subyacen trágicamente en la vida diaria de muchas personas, es el inicio para comprender que la cotidianidad puede ser anómala, hiriente, y que escrutar esas rutinas con una mirada empática puede redimir a los protagonistas de esa fabulosa dimensión de amargura que asumimos como lo común y corriente.