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Fotografía: Adriana Chávez
Cualquier rola de blues o de rock urbano pudo haberse escrito inspirada en la historia de la colonia Arboleda. Me imagino a Luis Álvarez, el Haragán, cronicando musicalmente el origen de este barrio oaxaqueño fundado a finales de los años setenta. Cantaría, quizá, sobre el desventurado cuidador de leones devorado mientras alimentaba a los felinos que resguardaba en el extinto zoológico que años antes se instaló en el predio ubicado entre las riberas del Atoyac y el periférico, al sur de la ciudad de Oaxaca.
A lo mejor, el viejo Three Souls in My Mind escribiría sobre los estudiantes que la fundaron después del conflicto universitario que culminó en 1977 con la caída del gobernador Manuel Zárate Aquino. Pienso en Lalo Tex, el Muñeco, describiendo ensombrerado cómo el fotógrafo de guerra estadounidense Russell Price corre despavorido por las callejuelas de esta vecindad mientras huye de las fuerzas militares nicaragüenses que lo buscan para asesinarlo, tal como se ve en la secuencia climática de la película Bajo fuego, que se rodó en ese sitio en 1983, bajo la dirección de Roger Spottiswoode y protagonizada por Nick Nolte, Joanna Cassidy y Gene Hackman.
Tal vez Serafín Espinal y los Sam Sam o a lo mejor la Banda Bostik y el Guadaña dedicarían una canción a Santiago, el niño que hace acrobacias sobre su bicicleta mientras sus vecinos se organizan en las calles para enfrentar a los gandallas sindicatos camioneros que, desde finales del 2022, han tirado basura de manera ilegal en las riberas del Atoyac.
De las anécdotas de la Arboleda pudiera grabarse un disco de éxitos. Pero Lalo Tex y don Serafín han muerto. El Three se extinguió hace mucho, aunque el Haragán y los Bostik siguen girando y reciclando canciones por el país.
Pero los que hoy cuentan estas historias son los mismos vecinos convocados y dirigidos por la profesora Adriana Luis, del Comité de Vida Vecinal (Comvive). Son ellos los que desde octubre pasado se han organizado para rescatar diferentes momentos de su memoria colectiva como una estrategia de resistencia ante los problemas socioambientales que han rebasado a las instituciones gubernamentales y que afectan la calidad de vida que quienes habitan esta zona aledaña al Parque del Amor y la Central de Abasto, a pocas cuadras del centro.
Pareciera que estos conflictos tienen su origen en el fenómeno de gentrificación que desde hace no pocos años incitó al cambio de la esencia e identidad de los barrios del Centro Histórico y periferia de la ciudad de Oaxaca, al igual que en otras entidades de México, como San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, o Tepoztlán, en Morelos. Se han documentado casos de familias enteras forzadas a dejar sus hogares a través de factores como la falta de servicios básicos, el encarecimiento económico de la vida y el abandono gubernamental.
Por ejemplo, en la colonia Arboleda, que debe su nombre a la gran cantidad de árboles que alguna vez crecieron de ese lado de la ciudad, los vecinos deben lidiar con el tema de la basura, la inseguridad y la escasez de agua potable que se agudiza a diario. En una ciudad como Oaxaca, que en abril pasado alcanzó una tasa de inflación de 7.21 por ciento, según el Índice Nacional de Precios al Consumidor, pagar 800 pesos por una pipa con mil litros de agua es un golpe al hígado de la economía familiar.
—Aquí el agua llega cada 22 días, si es que llega, si no, cada vecino tiene que comprar su pipa— indica Adriana, la presidenta del Comvive.
Pero hoy, en la Arboleda el principal problema ha crecido en forma de montículos de basura que se depositan y se extienden de manera ilegal a lo largo del playón y cauce del Atoyac. A inicios de mayo, el Colectivo de Organizaciones Ambientalistas de Oaxaca contabilizó más de ocho mil toneladas amontonadas a cielo abierto, convirtiendo el playón del Atoyac en un punto de infección público.
Adriana Luis, Sergio López y Tobías Sánchez, vecinos e integrantes del Comvive, cuentan que todo inició en octubre de 2022, después del cierre definitivo del basurero de la Villa de Zaachila que durante 35 años recibió desechos de los 25 municipios que integran la Zona Metropolitana de Oaxaca. De las 850 toneladas que se vertían a diario, el 70 por ciento, es decir 600 toneladas, provenían de la capital del estado.
Este fue el pretexto de los recolectores particulares adheridos a la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM), y más tarde también los de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), para tirar la basura en las riberas, ante la inacción de las autoridades que encabeza el presidente municipal Francisco Martínez Neri y a pesar de que existen amparos que las obligan a a sanear el Atoyac (612/2016). Incluso, los agremiados han violentado a los vecinos y al personal de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente que ha intentado, sin éxito, registrar los daños ocasionados en el de por sí contaminado río que atraviesa el sur de la ciudad.
—La fortaleza que trajo este problema fue la unión de las colonias— dice Tobías Sánchez, primer vocal del Comvive, durante una entrevista que culminará con un recorrido por la vecindad.
Tobías se acomoda en una silla que coloca frente a una larga mesa de plástico blanco, dentro del Salón Comunitario que a finales de abril se acondiciona para festejar el Día del Niño y la Niña, el primero que organiza la nueva Mesa Directiva.
También se acercan Adriana y Sergio, los tres se reúnen para hablar de la manifestación que realizaron el pasado 24 de abril en las puertas del Palacio de Gobierno, donde sintieron la fortaleza a la que se refiere Tobías.
Ese día, frente al Zócalo, vecinos de la Arboleda y de las colonias Cosijoeza y Artículo 123; del fraccionamiento Las Campanas y del Barrio de la Soledad, de la agencia de San Martín Mexicápam, levantaron la voz para exigir a los funcionarios del gobernador Salomón Jara una pronta solución al problema con el que han vivido durante ocho meses. Pidieron, además, que dejen de considerar la zona como “el patio trasero de la ciudad”, pues son más de 4 mil 500 personas que despiertan, trabajan y duermen con el olor a desperdicios en sus narices.
Afuera del Salón Comunitario, un par de niños y una niña han sacado sus bicicletas para jugar y hacer acrobacias sobre la calle Zoológico. Adriana Luis los mira y dice que de todo esto son ellos los más afectados porque juegan en calles en donde el número de moscas revoloteando ha crecido.
—No puedes dejar nada de comida descubierta porque en un ratito se mosquea. Ya es un foco de infección que empieza a generar problemas de salud— dice.
Sergio López expone que lo más grave son los incendios que se generan en los montículos de basura. Han contabilizado cuatro de grandes dimensiones que han obligado al desalojo de más de mil 200 niñas y niños que asisten a las escuelas cercanas a la vecindad: las primarias Vicente González Díaz y Patria y Libertad; y el jardín de niños Jean Piaget. También se ha retirado a las personas que acuden al Centro de Desarrollo Comunitario y CADI Ribera Río Atoyac y al Centro Comunitario CANICA, que ofrece servicios a infancias en condición de calle.
—Hemos tenido reportes de infecciones respiratorias y estomacales, casos de salmonelosis, irritación de ojos, garganta, plagas de moscas y zancudos— apunta Sergio.
Para él, es raro y sospechoso que las autoridades no hagan nada, es como si estuvieran solapando a los recolectores para obligarnos a deshabitar la colonia, precisa. Cree que este desdén institucional forma parte de una estrategia que se impulsa desde el gobierno para obligarlos a vender sus propiedades y mudarse a otros sitios y dejar libre el camino a proyectos que buscan convertir a Oaxaca en una ciudad turística, mientras se afecta la calidad de vida de sus habitantes y se violenta su derecho humano a un hábitat digno.
Un ejemplo claro del desplazamiento que genera la gentrificación en Oaxaca es el Barrio de Jalatlaco, al oriente del Centro Histórico, que en marzo pasado recibió el título de “Barrio Mágico” por ser, según los funcionarios de turismo, el “reflejo de la identidad de los oaxaqueños”, cuando la mayoría de sus nuevos habitantes son de origen extranjero.
Pero en la Arboleda reconocen el valor que posee esta parte de la ciudad y no están dispuestos a dejarla, aunque algunos de los vecinos lo han hecho obligados por la marginalidad del sitio.
—Yo no me iré de aquí y nunca venderé mi casa. Si quieren conocer un verdadero barrio mágico los invito a visitar la colonia Arboleda, aquí está la esencia de la vida de los oaxaqueños— dice Adriana con orgullo.
Atrás quedó el Salón Comunitario.
Adriana, Tobías y Sergió están de pie frente al río y a la antigua Fábrica de Triplay.
En esta parte de la ribera lo primero que se ve son los montículos de basura que se extienden a lo largo de cien metros. Colindan con un olvidado gimnasio al aire libre con oxidados equipos metálicos y con casas, más bien chozas, que habitan personas en condición de calle.
El olor a desperdicios es fuerte y se mezcla con el humo de pequeñas fogatas que se ubican en el cauce del río, entre ramas y hierba seca.
En la otra orilla, una pequeña covacha se sostiene con unos cuantos palos. El techo y las paredes son de cartón, lámina y bolsas de plástico de diversos colores, descripción ad hoc para alguna rola del Rockdrigo. Parece deshabitada, pero en ella, dice Adriana, hace poco nació una niña. Ahí vivía una familia. Lo sabe por el reporte que hizo al DIF para que se atendiera el alto grado de desnutrición de por lo menos cuatro infantes y su madre, que ya han sido resguardados por la institución.
Cuenta que en el área del gimnasio habían más “casitas”, por lo menos 50 habitadas por personas que viven en condiciones insalubres y aferradas a algún tipo de drogas, varias se han instalado entre las aguas negras del río, unas más en la basura.
—Queremos recuperar el espacio para hacer un campo de futbol para los niños, pero con esto es imposible— apunta Adriana.
A lo lejos, si se mira hacia el cerro de San Juan Chapultepec y por encima de los montículos, las casas construidas en San Juanito y San Martín Mexicápan se confunden con los desechos. La imagen es triste, gris, marginal, pero esto no desanima a los vecinos porque saben que es importante generar un cambio de conciencia entre los colonos y una reflexión colectiva sobre la manera en que se desecha lo que se consume, para evitar este tipo de problemas.
Cruzamos hacia la parte trasera de la Central de Abasto, por el mercado de madera. Atravesamos al lado de corrales de chivos que campesinos de pueblos cercanos traen para vender. Hay puestos de frutas, verduras, comidas y gente, muchas personas que van y vienen entre pregones, taxis, camionetas y “diablitos” que acarrean la mercancía de compradores y comerciantes. La esencia de un mercado oaxaqueño a todo lo que da.
El recorrido es breve. Pasamos por el CADI, está cerrado, pero un solitario policía se acerca al portón principal para invitarnos a los talleres que se ofrecen a diario, “hay de costura, de pintura, de baile. Solo tienen que venir a inscribirse. Todo es gratis”, dice amable. Al lado está la primaria Vicente González Díaz, que por las tardes se convierte en Patria y Libertad: es aquí donde estudia la mayoría de los niños y las niñas que viven en la zona. De frente se encuentra la cancha cercada de la colonia Cosijoeza y al fondo puestos y puestos de comerciantes que vienen de todas las regiones del estado y se multiplican en infinito.
Dos pasos nos separan de la Arboleda.
Salimos de la Central caminando sobre Nuño del Mercado hasta el periférico para después torcer a la derecha y meternos a una angosta callejuela, aquí más que calles lo que abundan son callejones en los que casi no caben coches. Parece un laberinto, pero este es el camino diario de vendedores de nieve y aguas frescas, estibadores y talacheros, comerciantes, niños y niñas que juegan despreocupados.
En una de las esquinas, a pocos metros del Salón Comunitario, hay un laurel y bajo su sombra un pequeño altar con flores, una cruz y dos imágenes, una de la Virgen de Guadalupe y otra más de Juquila.
—Ahí es donde siempre nos juntamos, es como el pino de Sangre por Sangre, dice Sergio mientras ríe.
Yo regreso al rock. Pienso otra vez en que cualquier historia de la Arboleda puede ser una canción de resistencia, de memoria y de lucha, con dedicatoria especial a quienes por meses han tirado la basura en el río, y a quienes han dejado que esto suceda.
6 Comentario
Fortino Torrentera
Excelente trabajo de Vidal y Adriana, eso es el periodismo que necesitamos y no las noticias de fifus y chairos
Frida
Perfecto el cómo describen y nombran las cosas como son…no simplemente «problemas del gobierno de Oaxaca» como muchos noticieros y periódicos les dicen, tal cual son personas,ambientes y demás que sufren con la problemática de la basura que sin lugar a dudas es muy grave pero sobre todo es…sospechosa,nadie escarmienta en cabeza ajena pero esto es otro nivel,esto es ya pasarse de indiferencia.
José Luis
Un excelente día a día de los habitantes de esta zona, esperemos que lleguen a ser leídos por las autoridades correspondientes y se de una pronta solución a este foco rojo de infección,, un extraordinario reportaje saludos…
Beatriz adriana Lyis martinez
Excelente reportaje, estamos muy agradecidos por la importancia que le dedicaron a nuestra Colonia.
Paola Renderos
Me encanta su trabajo comprometido. Les abrazo fuerte.
Fernando Blas Jiménez
Excelente reportaje saludos y sigan trabajando así